lunes, 11 de diciembre de 2017

Los ratones flautistas de Mausenhöhle

No busquéis en ningún plano la Muy Noble y Leal Villa de Mausenhöhle. No la encontraréis. Su existencia, puesta en duda por muchos especialistas, solo es conocida porque se menciona en el Códice Severino, conservado a buen recaudo en la biblioteca de libros prohibidos  del Vaticano. Por este códice sabemos que Mausenhöhle se levantaba en un recóndito recodo de un humilde afluente del Danubio, y que en  su escudo de armas figuraban tres ratones rampantes sobre fondo de gules. También sabemos que su fin llegó cuando el humilde afluente del Danubio, henchido de lluvia y soberbia, arrasó furioso Mausenhöhle, y que su nombre y su escudo se deben a que pocos años antes de que las carabelas de Colón introdujeran en América los primeros ratones, la villa  sufrió una invasión de ratones flautistas.

Es un misterio la procedencia de los ratones flautistas, y su afición por las flautas. Eran flautas fáciles de tocar, ya que, al ser muy pequeñas, solo contaban con un agujero y, por tanto, solo emitían una única nota. Debido a su rudimentario método de fabricación, unas eran más cortas y otras más largas, unas más gruesas y otras más delgadas, con el resultado de que raro era el par de flautas que producían la misma nota. Por ello, cuando los ratones flautistas decidían lucir sus habilidades, el consiguiente guirigay resultaba insoportable incluso para los oídos más sordos. Tanto más para los muy educados musicalmente de la pelirroja hija del Bürgermeister de Mausenhölhle, Fräulein Elisabetta von Rotkopf, que era capaz de interpretar magistralmente en su clavicordio el Para Elisa de Beethoven.

El que Fräulein Elisabetta fuera capaz de interpretar el Para Elisa trescientos años antes del nacimiento de  su autor es uno de los motivos, aunque no el más importante, por los que el Códice Severino se encuentra entre los libros prohibidos por el Vaticano.

La buena gente de Mausenhöhle se dio pronto cuenta de que, cuando Fraülein Elisabetta tocaba el clavicordio, los ratones permanecían callados, mientras que, cuando era otra persona quién tocaba ese o cualquier otro instrumento, redoblaban su algarabía. No es de extrañar que la buena gente de Mausenhöhle dedujera que Fraülein Elisabetta era medio bruja, si se añade a esto su roja cabellera. Pero, como era hija del Bürgermeister, se limitaron a pedirle amablemente que enseñara música a los ratones.

Fraülein Elisabetta comenzó por colocar trocitos de queso alrededor del clavicordio cuando se disponía a tocarlo, consiguiendo que los ratones acudieran en masa a disfrutar del Para Elisa y del queso. Pero eso fue todo. Para desesperación de Fraülein Elisabetta, de su padre y de la buena gente de Mausenhöhle no hubo manera de que los ratones aprendieran a interpretar juntos un simple acorde. 

Hasta que una mañana, todo Mausenhöhle despertó maravillado con la bellísima música que interpretaba una increíble orquesta de flautas. Los ratones habían desaparecido. Los intérpretes eran un nutrido grupo de niños.

Fraülein Elisabetta insistió en que alguien se había llevado a los ratones, traído a los niños y enseñado a tocar la flauta por el camino. Nadie la creyó, por supuesto, pero como era hija del Bürgermeister, se limitaron a acoger a los niños en sus hogares. La historia tuvo un final feliz ya que, bien instruidos por Fraülein Elisabetta, los niños terminaron siendo excelentes intérpretes en las mejores orquestas de centroeuropa.

No obstante, el Códice Severino fue considerado herético por el Vaticano, ya que inducía a creer que mediante artes diabólicas podían crearse seres humanos que en manera alguna podían descender de Adán y Eva.             

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