viernes, 25 de abril de 2014

Budapest

Buda desde Pest


Pest desde Buda


Bastión de los pescadores (falso medieval: es de 1895)


El Parlamento desde el Bastión


Iglesia de Matías

Antiguo Ayuntamiento de Pest


Gran Sinagoga de Budapest


Asesinados por los nazis, enterrados en el jardín de la sinagoga

Mercado


Mercado


Una foto muy picante




El Parlamento



Bus turístico


Basílica de San Esteban


Huevos de ganso


Castillo de Vajdahunyad (gótico y barroco)


Iglesia del castillo (reproducción de una de 1214 situada en Ják, cerca de Austria)


Claustro de la iglesia

Restaurante que recomiendo. No es caro y suele estar lleno. Mejor reservar. 

jueves, 10 de abril de 2014

Todo en la tierra es misterio

Duermen los rojos peces del sol.
El pájaro de la noche extiende sus negras alas.
Todo en la tierra es misterio.
Y tú, pobre luciérnaga,debes iluminarla.

Luchan en celo los grises ciervos del cielo.
Cabalgan desbocados los pálidos corceles del viento.
Todo en la tierra es violencia.
Y tú, frágil amapola, debes resistirla.

Muere la verde crin de los prados.
Caen las blancas flores del frío.
Todo en la tierra es invierno.
Y tú, breve semilla, debes reanimarla.

Todo es invierno en la tierra.
Todo es violencia en la tierra.
Todo es misterio en la tierra.
Y tú, sola palabra, debes explicarla. 

sábado, 5 de abril de 2014

Mensaje en la bola de cristal

Fue el día en que cumplí trece años cuando, al despertarme, vi la bola de cristal en la mesilla de noche. Era una de esas bolas que tienen dentro la estatua de la libertad, la torre Eiffel o un idílico pueblecito que, al mover la bola, se veían envueltos en una tormenta de nieve que luego se iba posando lentamente. Solo que aquella bola no tenía ni estatua, ni torre, ni pueblecito. Solo la superficie, negra y plana, de la base de plástico en la que la nieve caída dejaba ver en negro sobre blanco unas letras : "FELIZ CUMPLEAÑOS".

Cogí la bola y le di la vuelta. La nieve se arremolinó en su interior y, cuando la dejé otra vez sobre la mesilla, fue cayendo lentamente dibujando de nuevo  "FELIZ CUMPLEAÑOS". A saber que truco tendría para que la nieve no se posara en los trazos de las letras. Ya lo averiguaría, destripando la base de la bola, cuando me cansara de ver el mensaje.

Supuse que sería un regalo de mis padres, o de Carolina, pero, cuando a la hora de comer les di las gracias por los regalos, resultó que no era de ninguno de ellos. ¿Sería de la asistenta rumana, que venía tres días a la semana  a echarle una mano a mi madre por las mañanas? Pero el día de mi cumpleaños ella no había venido.  ¿Cómo no había visto la bola en la mesilla al acostarme?

Al día siguiente, al levantarme, le di varias veces la vuelta a la bola, pero, al posarse, la nieve cubría siempre toda la superficie negra sin que apareciera ninguna letra. Vaya, pensé, esta tarde la destripo.

Cuando salía de casa para ir al instituto me crucé con la asistenta. Le dije "gracias por la bola" y me fui corriendo.

Por la tarde, entre deberes y otras distracciones, no toqué la bola y, unos días después, la coloqué en un estante, olvidándome de ella hasta un año después.

El día en que cumplí catorce, al levantarme, volví a acordarme de la bola. La busqué por todos lados hasta que finalmente la encontré al fondo de un cajón, en el que, no recuerdo cuando, debí guardarla. Sobre el fondo blanco de la nieve resaltaban de nuevo las palabras "FELIZ CUMPLEAÑOS".

Pensé que quizás habían estado siempre y mi recuerdo de que habían desaparecido estaba equivocado. Era más lógico que pensar que el truco que fuera funcionaba solo y precisamente en mis cumpleaños. Así que, después de agitarla y comprobar que volvían a salir las mismas palabras, la dejé en la mesilla de noche para comprobar al día siguiente si seguían estando o no.

Y no estaban. Al día siguiente las palabras no estaban. Perplejo, agité la bola una y otra vez, pero la nieve se distribuía siempre de forma uniforme, cubriendo por completo la superficie negra de la base de la bola.

Bueno, pensé, tampoco es tan raro. Seguramente lleva  escondido un microchip programado para que algún tipo de circuito se active los días de mis cumpleaños e impida que la nieve se acumule en determinados lugares. Por lo menos hasta que se agoten las pilas. Si es que tiene pilas: podría ser que el mismo movimiento de agitar la bola produjera suficiente electricidad para activar el microchip.

Tenía que haberle preguntado a Maryska, la asistenta rumana, donde había comprado la bola, pero ya no trabajaba en casa. Había vuelto a Rumanía y la nueva asistenta era colombiana. En todo caso decidí no desguazar la bola y utilizarla como pisapapeles en mi mesa de estudio.   

Algunos años después, en la Universidad, aproveché que en el laboratorio había una máquina de rayos X, para hacer algunas radiografías a la bola. El resultado fue  que la base de plástico era maciza y no tenía dentro ningún microchip ni circuito de ninguna clase. Así que la bola volvió a mi mesa de estudio y, cuando empecé a tener hijos, a una vitrina para evitar que la rompieran jugando.


Hoy, cuando celebro mi ochenta y tres aniversario con mi mujer, mis hijos, y mis nietos y biznietos, la bola, por fin, ha mostrado un mensaje distinto: "FELIZ ÚLTIMO CUMPLEAÑOS".