miércoles, 20 de abril de 2016

El bosque azul




Hallerbos es un bosque de 555 hectáreas cerca de la ciudad de Halle, próxima a Bruselas. Su característica más notable es sin duda el manto que luce a principios de primavera al cubrirse su suelo de azules jacintos de bosque y blancas anémonas.  







miércoles, 13 de abril de 2016

El teorema de Vacheron-Potocki

Mi primer trabajo fue en la Junta de Energía Nuclear (actual CIEMAT). Trabajábamos allí  un pequeño grupo de matemáticos que, cuando alguno desentrañaba un artículo importante o creía haber desarrollado un tema de interés, se reunía para compartir su conocimiento con una charla.

Uno de los matemáticos a quien llamaré X (buen matemático, buena persona y buen amigo, aunque un poco pedante) tenía una cierta tendencia a citar en sus exposiciones teoremas más o menos rebuscados.

Cuando el paso entre una fórmula escrita en la pizarra y la siguiente era evidente se limitaba a un simple “por tanto…” o “de aquí se deduce…”, pero siempre que podía decía “por el teorema de Bolzano…” o “por el teorema de Bernouilli…”.

A mí los nombres de los descubridores de un teorema se me han dado siempre bastante mal, así que, si la cosa no era muy evidente, tenía que preguntar “¿Qué es lo que dice el teorema de Bernouilli?”.

“Hombre, Florentino”, me decía X muy serio, “el teorema de Bernouilli dice que tal y tal y tal”.

Normalmente, aunque no recordara el nombre, conocía de sobra el teorema, así que hacía un gesto afirmativo y X continuaba con su charla. Hasta que decía “por el teorema de Cauchy-Bourbaki…”

Los teoremas con dos nombres son, por supuesto, mucho más impactantes en una charla que los que solo tienen uno, pero  también me obligaban a preguntar “¿Y que es lo que dice el teorema de Cauchy-Bourbaki?”

“Hombre, Florentino, el teorema de Cauchy-Bourbaki demuestra que tal y tal y tal”.
“Ah, por supuesto”, decía yo, reconociendo la pertinencia del teorema.

Y X continuaba explicando hasta que decía “Por el teorema de Weierstrass-Nishina…”, momento en que se paraba y me miraba. Y entonces yo, absolutamente hundido, humillado, confundido, etc., asentía levemente con la cabeza a pesar de que no tenía ni puñetera idea de que decía el dichoso teorema.

Pero una vez me tocó a mí dar la charla. Me la preparé concienzudamente, incluyendo tantas citas de teoremas como pude. Y cada vez que mencionaba un teorema hacía una pequeña pausa , esperando que alguien me preguntara de que iba. Pero nadie preguntaba, con lo que cada vez me sentía más hundido, humillado, confundido, etc.

Hasta que decidí dar un salto mortal sin red: me salté tres o cuatro paso y escribí en la pizarra una fórmula que de ninguna manera podía deducirse de la anterior sin la explicación adecuada. Pero solo dije “Y de aquí se deduce…”

A mi aseveración siguió un expectante silencio, hasta que X me preguntó “¿Y eso por qué?”
“Por el teorema de Vacheron-Potocki” contesté yo.

Nuevo silencio.

Hasta que X dijo “Ah… por supuesto…”. Y pude continuar mi exposición.

Después de esto nunca más me sentí hundido, ni humillado, ni confundido, ni etc. En una charla, simposio, congreso, etc.


Porque no existe ningún teorema de Vacheron-Potocki. Porque el único Vacheron que conozco es un relojero suizo. Porque el Único Potocki que conozco es el autor de “El manuscrito encontrado en Zaragoza”. Y sobre todo, porque X  había dicho “Ah… por supuesto…”