martes, 5 de noviembre de 2013

Los mitos chinos de Nüwa y de los diez soles

En el libro sobre “Mitología clásica china” (Editorial Trotta, 2004), con textos recopilados y traducidos por Gabriel García-Noblejas, profesor de traducción chino-español de la Universidad de Granada, además del mito de Pan Gu, al que ya dediqué una entrada, vienen el de Nüwa y el de los diez soles, de los que extraigo algunos párrafos:

Nüwa fue una mujer extremadamente sabia, una deidad de los tiempos remotos que alumbró todas las cosas y todos los seres.

Dice la tradición que tenía Nüwa la cabeza de persona y el cuerpo de serpiente, y que alumbraba setenta veces al día.

Se dice que cuando el cielo y la tierra estaban juntos e indistintos, y aún no había hombres ni pueblos, Nüwa, con una diligencia y una entrega que no conocían el descanso, hizo a las personas con arcilla amarilla que modelaba a mano de este modo: primero troceaba el barro con una soga y luego hacía las personas con los trozos, empleando arcilla amarilla para los nobles ricos y hebras de soga para los hombres pobres del pueblo.

Hubo en los últimos años de Nüwa un gran señor, llamado el patriarca Gonggong, que se aprovechaba de su posición para forzar la ley en beneficio propio…

… entró en batalla contra Dragón Luminoso, pero no venció, lo cual le encolerizó de tal modo que embistió con testa y cuernos el Monte Partido, provocando el derrumbamiento de las columnas del cielo y el hundimiento de una de las esquinas de la tierra.

El cielo se inclinó entonces hacia el noroeste, haciendo que la carrera de los soles, de las lunas y de los demás astros comenzase a ir en dicha dirección, y también la tierra, al estar incompleta en su esquina sureste, hizo que el curso de los ríos
 y de los desiertos virase en tal sentido.

Entonces estalló un vasto incendio imposible de apagar y hubo una enorme crecida de aguas imparable. Los cuadrúpedos salvajes empezaron a devorar a los hombres, que eran pacíficos, y las aves de presa y las rapaces a atacar con las garras tanto a los ancianos como a las mujeres y a los niños.

Así que Nüwa primero reparó el cielo azul con piedras de cinco colores fundidas, y luego lo levantó usando las patas cortadas de una tortuga gigante a modo de cuatro columnas. Dio muerte al dragón negro y detuvo las malas aguas, que se habían desbordado, por medio de diques que construyó con la ceniza de las cañas quemadas: así es como puso fuera de peligro la región del centro, llamada Ji. Así es como quedó reparado el cielo azul y erigidas las Cuatro Columnas, secadas las aguas malas y fuera de peligro la región del centro, muertos los nocivos animales y vivos los pacíficos hombres. Y la cuadrada tierra volvió a ser soporte y el redondo cielo a cubrirlo bien todo.

Luego de lo cual descansó callada y quietamente junto al Sumo Antepasado, y, sin hacer alarde de sus logros ni pregón de su fama, guardó para sí las artes de su perfección y se limitó a vivir conforme al curso de la Naturaleza.


Obsérvese que habla de la carrera de “los soles” y "las lunas" y es que inicialmente había diez soles, como vemos en el siguiente fragmento, aunque no sabemos cuantas lunas.

En las zonas extranjeras, hacia el occidente, por donde fluye el Gan, está el país de Xihé, la mujer que está bañando a los soles en el sudodicho río. Era mujer del emperador Jun. Es la madre de los diez soles.

En la parte superior del valle de Tang se halla el árbol Fusang. Los diez soles bajan a bañarse a dicho valle, que está al norte del país de los hombres Dientes-Negros. Crece en medio del agua este árbol enorme, subido a cuyas ramas vive un sol, y debajo de las cuales viven nueve.

Ocurrió, siendo Yao emperador, que salieron los diez soles a la vez quemando y agostando toda vegetación. El emperador mandó entonces a Yi, el Arquero, que los derribase a flechazos, de suerte que el arquero abatió nueve soles, y mató a los nueve cuervos que había en ellos, y sus plumas cayeron al suelo, no quedando más que uno en el cielo.

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