miércoles, 31 de agosto de 2016

El rayo

La intensa lluvia apenas si permitía vislumbrar la carretera, pero Carlos conocía perfectamente el camino. Rodeó la rotonda en la que se unía la desviación para ir a Manzanares y se dirigió hacia Soto. Bajaba por la cuesta, a la altura de la pista de carting, cuando un rayo cayó sobre la señal de tráfico que cerca de la curva, un poco más adelante, prohibía pasarla a más de setenta por hora. Carlos, deslumbrado, pisó el freno y paró justo al lado de señal. Tardó unos segundos en recuperar la visión. La señal de tráfico parecía intacta y, sorprendentemente, había dejado de llover, aunque de vez en cuando un relámpago iluminaba los negros nubarrones.

Arrancó el coche, tomó la curva a setenta, y bajó luego la velocidad para pasar suavemente sobre el badén de la entrada del pueblo. Aceleró un poco,  pero se contuvo al ver el cartel que prohibía pasar de cuarenta, con la amenaza de "a más velocidad, semáforo cerrado".

¿Cuarenta?, pensó Carlos, ¿no era ya bastante molesto tener que ir a cincuenta, que es lo que ponía hasta ayer?

Se puso a cuarenta hasta pasar el semáforo, acelerando un poco a continuación, y, después de sortear cuatro rotondas y saltar cinco badenes... el quinto le pilló por sorpresa:  debían haberlo puesto ese mismo día...  aparcó junto a  la verja de su jardín.

Entró. Sacó la llave de la puerta de la casa e intentó meterla en la cerradura. Miró las llaves, para comprobar que había escogido la correcta, y volvió a intentar abrir la puerta.

- ¿Quién está ahí? - dijo Angelines desde dentro.

- Soy yo, cariño. No consigo meter la llave en la cerradura.

Angelines abrió la puerta y le preguntó, mientras se daban un rápido beso:   

- ¿Qué tal te ha ido por Córdoba?

- Bien, bien...  pero no he ido a Córdoba. La cooperativa está en Jaén.

En ese momento se abrió la puerta que daba a la zona de dormitorios y  apareció una niña rubia de seis años de edad.

- Hola, papá.

Carlos miró a la niña sorprendido y preguntó a su mujer:

- ¿Quién es esta niña? ¿Donde está Luisito?

Angelines miró fijamente a Carlos y le dijo a la niña:

- Vete a tu cuarto, Rosa.

Pero la niña no se movió, mirando perpleja a sus padres.

- ¿Quién es Usted? - preguntó Angelines angustiada - Usted no es mi marido.

***

No llovía, pero el cielo estaba cubierto de negros nubarrones, iluminados de vea en cuando por los relámpagos. Carlos rodeó la rotonda en la que se unía la desviación para ir a Manzanares y se dirigió hacia Soto. Bajaba por la cuesta, a la altura de la pista de carting, cuando un rayo cayó sobre la señal de tráfico que cerca de la curva, un poco más adelante, prohibía pasarla a más de setenta por hora. Carlos, deslumbrado, pisó el freno y paró justo al lado de señal. Tardó unos segundos en recuperar la visión. La señal de tráfico parecía intacta y, repentinamente, comenzó a llover a cántaros.

Arrancó el coche, tomó la curva a setenta, y bajó luego la velocidad para pasar suavemente sobre el badén de la entrada del pueblo. Aceleró un poco,  pero se contuvo al ver el cartel que prohibía pasar de cincuenta, con la amenaza de "a más velocidad, semáforo cerrado".

¿Cincuenta?, pensó Carlos. Bueno cuarenta o cincuenta ¿qué más da? Prácticamente es igual de molesto.

Se puso a cincuenta hasta pasar el semáforo, acelerando un poco a continuación, y, después de sortear cuatro rotondas y saltar cuatro badenes... el quinto no lo notó...  aparcó junto a  la verja de su jardín.

Entró. Sacó la llave de la puerta de la casa e intentó meterla en la cerradura. Miró las llaves, para comprobar que había escogido la correcta, y volvió a intentar abrir la puerta.

- ¿Quién está ahí? - dijo Angelines desde dentro.

- Soy yo, cariño. No consigo meter la llave en la cerradura.

Angelines abrió la puerta y le preguntó, mientras se daban un rápido beso:  
  
- ¿Qué tal te ha ido por Jaén?

- Bien, bien...  pero no he ido a Jaén. La cooperativa está en Córdoba.

En ese momento se abrió la puerta que daba a la zona de dormitorios y  apareció un niño moreno de seis años de edad.

- Hola, papá.

Carlos miró al niño sorprendido y preguntó a su mujer:

- ¿Quién es este niño? ¿Donde está Rosita?

Angelines miró fijamente a Carlos y le dijo al niño:

- Vete a tu cuarto, Luis.

Pero el niño no se movió, mirando perplejo a sus padres.


- ¿Quién es Usted? - preguntó Angelines angustiada - Usted no es mi marido.

1 comentario:

  1. Me quedo con el segundo Carlos jaja Siendo de donde soy. Constantes y variables, me gusta.

    Ya que he terminado el máster, intentaré volver de vez en cuando a la blogosfera ;)

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