sábado, 5 de enero de 2013

Como imagino la creación

Los hombres, como la materia de la que estamos hechos, nos movemos y evolucionamos en el tiempo. Cualquier cosa que hagamos, incluso pensar, requiere tiempo. Nos es por ello muy difícil comprender como puede pensar y actuar un ente para el que el tiempo no pasa.

Por supuesto, me estoy refiriendo a Dios.

Tanto para los científicos ateos, como Hawking, como para los teólogos santos, como San Agustín, al crearse el universo (sin o con Dios) se creó el tiempo (ver “la creación del tiempo”). Por tanto, antes de la gran explosión que lo originó, el tiempo no existía. De donde se deduce que Dios (si existe, como creo) existe fuera del tiempo. Es lo que llamamos “eternidad”, el no-tiempo.

La mayor parte de los que creen en Dios piensan (o hemos pensado) que después de estar solo una eternidad, decidió en un determinado momento crear el universo, y que luego pasa el tiempo observándolo para premiar al final a los justos y castigar a los malvados. El problema es que  palabras como “después”,  “determinado momento” o “pasar el tiempo” no son aplicables a Dios, aunque nos sirvan para entenderlo.

Para los cristianos solo hay un Dios, pero con tres “personas”. Algo así como un triángulo, que es solo uno y tiene tres lados, solo que un lado no es el triángulo, mientras que cada persona si es Dios.

Dios se contempla a si mismo. La persona que contempla es el “Padre”. La persona contemplada es el “Hijo”. Y el amor entre ambos es el “Espiritu Santo”.  Esto, por supuesto, es una manera de hablar, porque difícilmente podemos comprender como es Dios, pero pone de manifiesto lo que los cristianos consideramos su principal característica: Dios es Amor.

Al igual que el amor entre un hombre y una mujer les induce a tener hijos a quienes amar y por quienes ser amados, el amor de Dios le induce a crear unas criaturas a las que amar y por quienes ser amado. Podría crear unos seres que, por su naturaleza, no tuviesen más remedio que amarle, pero eso no sería muy satisfactorio. Prefiere crearlas en un contexto que les permita elegir entre amar o no amar. Porque para que haya verdadero amor tiene que haber libertad para no amar.

Según Penrose (ver “Penrose y la aguja del creador”) parece que solo hubiera un universo en el que sería posible la vida, y por tanto, el amor. Pero no veo por que no podría haber otros, similares o distintos al nuestro. Incluso universos en los que “nuestro tipo de vida” no sería posible, pero en los que podría ser posible otro, con otro tipo de materia, o incluso sin materia y sin tiempo (¿los ángeles?).

Dios, infinitamente sabio, podría analizar todas las posibilidades, seleccionar aquellas que le parezcan más apropiadas para sus fines, incluidas posibles intervenciones suyas que no coarten la libertad de sus criaturas y, finalmente crear esos universos. Y todo, no como una serie de “actos” consecutivos, sino simultáneos (para entendernos, ya que tanto “consecutivos” como “simultáneos” implican tiempo). 

¿Y como los crea?: Normalmente imaginamos a Dios observando nuestro universo “desde fuera”. Pero esto no debe ser así. Nuestro universo está “dentro” de Dios, como una sola cosa, desde el big bang hasta su final (muerte térmica, big crash o lo que sea). Y Dios no es que “observe”, es que “sabe”. Por decirlo de alguna manera, nuestro universo (y el de los ángeles y todos los otros posibles universos) es solo un “pensamiento” en la mente de Dios.

Hawking (ver “la creación según Hawking”) imagina que las leyes matemáticas que rigen el universo son tan poderosas que no tienen más remedio que hacerse realidad. Esto no es muy distinto de lo que yo imagino, la diferencia está en que para mí esas leyes están en la mente de Dios (¿en donde si no?), y es su voluntad la que las hace realidad.   

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