miércoles, 25 de enero de 2012

Evolución



I

- ¿Es la primera vez que vienes aquí? – preguntó Jarciel.

- Si. Nunca antes había visto el mar.

Marael se inclinó un poco para ver mejor la playa.

- Es extraordinario como el viento levanta las olas y las impulsa hacia la orilla. Y como rompen con un ritmo constante, cubren la playa, y luego se retiran.

- El romper de las olas es una de las formas en que el agua toma el oxígeno de la atmósfera para que puedan respirar los peces.

A Jarciel le gustaba la ecología.

- ¿Y por qué no suben a la superficie y toman el oxígeno directamente del aire?

- Bueno,… están hechos así. Tienen branquias para tomar el oxígeno disuelto en el agua. Y como eso no les cuesta trabajo, ¿para qué iban a esforzarse en respirar de otra manera?

Jarciel se quedó pensativo unos instantes. Luego señaló una charca de agua salada que, al bajar la marea, había quedado aislada en la parte alta de la playa.

- Mira. ¿Ves esa charca? Allí han quedado algunos pequeños peces. La arena irá absorbiendo poco a poco el agua y casi todos morirán asfixiados al no poder respirar.

- ¿No todos?

- No todos mueren, porque algunos, esos casi transparentes y un poco rojizos, se entierran en la arena húmeda y pueden resistir hasta la próxima pleamar.

- Podemos bajar y devolverlos al mar.

- Es mejor no interferir. Al vencer las dificultades y adaptarse a ellas, como han conseguido hacer esos peces, van evolucionando.

- ¿Y si la arena se seca del todo?

- Lo probable es que todos mueran. Pero, si alguno sobrevive,… quizás consiga respirar sin necesidad del agua y llegue a vivir incluso lejos del mar.

- ¿Crees que eso ocurrirá?

- Ese es el plan.

Marael se arrellanó en la nube en que se sentaban y echó la vista atrás para contemplar las escasas manchas de líquenes grises  y de verdes musgos que crecían en la yerma tierra cercana a la playa.

II

- Es maravilloso cómo ha cambiado el mundo en tan poco tiempo. – comentó Marael, fascinado por el espectáculo que ofrecían unos miles de flamencos rosa levantando el vuelo desde las poco profundas aguas de las orillas de un lago africano.

-  En lo que para ti es un instante, – contestó Jarciel –  nacen y mueren aquí millones de criaturas. Y, aunque rápida, te has dado una vuelta por todo el universo.

- Deben haber desarrollado una inteligencia extraordinaria para llegar a volar. – continuó Marael, que aún seguía observando las evoluciones de los flamencos en el aire.

- Bueno, algo de inteligencia si han desarrollado, pero hay otros animales que la han desarrollado más. Los elefantes, por ejemplo. O los delfines en el mar… Hay algunas especies de monos que hasta han sido capaces de elaborar armas para cazar. Pero, por ahora, quienes más desarrollada tienen la inteligencia son las abejas. Están perfectamente organizadas: la reina y los zánganos se dedican a la reproducción; las obreras, a la construcción de celdas para albergar a las crías, y a buscar flores con polen para hacer la miel… Cuando una encuentra polen en abundancia, les comunica su situación precisa a las demás con su forma de mover las alas…

- Entonces ¿son ellas el objetivo del plan?

- No lo creo. Hace tiempo que su evolución ha conseguido una perfecta organización, y han dejado de evolucionar. La mayor parte de los seres vivientes, sin embargo, no han dejado de hacerlo… De todas maneras, el aumento de la inteligencia no es el objetivo primordial. El objetivo no es su cantidad, sino su calidad.

Marael había desviado su atención hacia tres leonas que se estaban acercando desde puntos diferentes a una manada de antílopes. Dos de ellas se colocaron a barlovento de la manada. Algunos antílopes levantaron la testuz al percibir su olor. Ellas aullaron y corrieron hacia ellos. Ellos, asustados, corrieron en desbandada hacia donde les esperaba la tercera leona que, de un salto, agarró a uno con sus fauces por el cuello.

- Los volcanes – comentó Jarciel – entran en erupción cuando su inteligencia mineral advierte que no puede aguantar la presión. Las plantas crecen y florecen guiadas por su inteligencia vegetal. Y la inteligencia animal de las leonas las induce a matar cuando tienen hambre. Pero ni el volcán, ni las plantas, ni las leonas hacen nada pensando si lo que hacen está bien o está mal, porque no tienen inteligencia moral.

- Pero hace falta ser inteligente para distinguir entre el bien y el mal.

- Efectivamente. Pero el próximo avance del plan se dará cuando una de esas criaturas libremente pueda escoger entre hacer el bien o el mal.

- ¿Y si escoge hacer el mal?

- En todo caso, ese es el plan.

Al oir esa respuesta, Marael se retiró a la cara oculta de la luna para meditar.
             

III

Los dos ejércitos estaban enfrentados en los extremos de la llanura. En ambos se escuchaban trompetas, atabales y gritos de ánimo. Un hombre extraordinariamente alto y fornido salió de entre las filas de uno de ellos, fuertemente armado, y comenzó a insultar a grandes voces al ejército contrario.

- Ese ha escogido el mal. – aseveró Marael.

- Ese ha escogido muchas veces el mal, - replicó Jarciel – pero ahora, aunque no lo parezca, está escogiendo el bien. Si los dos ejércitos se enfrentaran, habría muchos muertos. Lo que está haciendo, confiado en su fortaleza, es desafiar, como paladín de su ejército, al que los del otro escojan como suyo. Así la batalla se decidiría con un solo muerto en un combate singular.

Durante unos minutos, todos, salvo el gigante, guardaron silencio. Y cuando ya parecía que nadie iba a aceptar su desafío, un muchacho, de no más de quince años, salió de entre las filas opuestas con solo una honda en sus manos.

El gigante rió, pero el muchacho colocó una piedra en la honda, la hizo girar a gran velocidad sobre su cabeza y la lanzó. La piedra dio en la frente del gigante que, tras unos instantes, cayó muerto al suelo.

- Y este ¿ha escogido el bien?
   
- Este casi siempre ha escogido el bien, pero algunas veces escogerá el mal. En nuestro caso, - explicó Jarciel - nuestra elección es única, definitiva y eterna, pero los hombres, al vivir inmersos en el tiempo, tienen cientos de ocasiones para escoger. Y unas veces escogen el bien, y otras el mal.

- ¿Ha habido alguno que haya escogido siempre el bien?

- No. Solamente uno, un descendiente de ese muchacho, lo hará.

- Si todos han escogido alguna vez el mal… ¿todos serán castigados y solo uno premiado?

- No. Ese no es el plan.  Ese Hombre Perfecto, que jamás escogerá el mal, será sacrificado para que no sean castigados todos los demás.

Marael guardó silencio unos instantes.

- ¡Pero eso es imposible! La sangre de uno solo no puede redimir las culpas de billones. ¡Tendría que ser Dios!

Jarciel sonrió.

- Ese es el plan.



3 comentarios:

  1. Cada día me gusta más todo lo que haces papá. Como me gustaría recogerlo todo y que lo publicases.

    ResponderEliminar
  2. De lo que más me ha gustado, ha sido el misterioso final de la primera parte, cuando Jarciel, termina diciendo "ese es el plan", y se descubre que no son paseantes por la playa, sino observadores de la Tierra...

    ResponderEliminar