domingo, 15 de enero de 2012

El sueño

Alguien le llamó desde lejos. "¡Napalei! ¡Napalei!"

Su nombre no era Napalei, pero supo que era a él a quién llamaban.

Abrió los ojos y vio que estaba de pié en medio de una espesa niebla.

"¡Napalei!"

"¿Quién me llama? No puedo ver con tanta niebla".

"No es la niebla, es que tienes ojos y miras"

Sólo entonces se dio cuenta de que la voz no llegaba a sus oídos; que si es­cuchaba, sólo oía el tic‑tac del despertador en la mesilla de noche; que aquella ­voz no la sentía, sino que, simplemente, la sabía.

Cerró los ojos, y estaba a la orilla del mar, sobre la arena; y junto a él ha­bía una joven vestida de blanco. Sus cabellos eran negros y su mirada profunda. Era mediodía, pero su sombra no ocupaba ni el mínimo espacio que debiera.

"Coge esa piedra" le dijo la joven "y apréndetela".

La cogió entre sus manos y supo todas sus formas, y no había nada grabado en ella. Una veta grisacea, que dibujaba un círculo en su superficie, era lo único que interrumpía su blancura.

"Escribe tu nombre en ella"

"No tengo pluma"

La joven le dio un punzón, hecho de un solo diamante, y con él grabó "Napalei"

La joven colocó otra vez la piedra donde estaba y dijo: "Vamos", y echaron a andar a lo largo de la orilla.

Y el mar murmuraba a su lado; y a una ola seguía otra; y rompían; y les rozaban los pies para volverse luego cantando entre las piedras.

Entre el cabello negro de la joven, algunas canas reflejaban la luz del mediodía. Probablemente no era tan joven como parecía; quizás tuviera 40 años; quizás 30 ... Las arrugas de su frente. Las mejillas... Más bien 40.

"¿A donde vamos?"

"Estoy buscando el sitio donde debo dar la vuelta".

"Ya hemos caminado bastante. Demos la vuelta aquí".

"No es en ese sentido en el que debo dar la vuelta''

Napalei se dio cuenta de que la mujer se apoyaba en un bastón para andar y que tenía las manos terriblemente huesudas. Su pelo era grisaceo como la arena de aquella playa desierta.

"¿Quién eres tú?" le preguntó.

''¿Hace tanto que caminamos juntos, y no me conoces?"

De repente la vieja se paró y dijo: "Hemos llegado. Espera." Luego se encaminó hacia unas rocas y se ocultó tras ellas.

En unos instantes el aire se hizo más tenue, y un silencio nunca oído oprimió el corazón de Napalei.

Volvió su rostro hacia el mar, y las olas estaban quietas, como olas de cristal. Y una gaviota flotaba en el aire inmóvil, como si la gravedad no existiera; como una única nube bajo el sol.

Se oyó el berrear de un niño tras las rocas, y la gaviota se alejó vo­lando, y las olas rompieron, y le rozaron los pies, volviéndose luego para cantar entre las piedras.

Napalei se acercó corriendo hacia las rocas, y allí, envuelta en sus pañales, había una niña llorando.

"¡Maldita vieja!... Parir una niña a su edad y dejarla abandonada."

Cogió a la niña y la meció entre sus brazos hasta que dejó de llorar.

"Mejor será volver", pensó. Pero no pudo dar ni un paso atrás: el ­aire era impenetrable como el acero. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Dio un paso adelante y no encontró dificultad. Intentó nuevamente un paso atrás, pero el muro de aire había avanzado justo el paso que él había dado.

Asustado, echó a correr. Y corrió, y corrió tanto, que le parecieron siglos lo que había corrido; pero aún era mediodía, y las olas le rozaban los pies.

"Déjame en el suelo". dijo la chiquilla. Y Napalei la dejó, y la niña corría entre sus piernas riéndose.

"¿Por qué es el cielo azul?".

Pensó la respuesta, pero antes de que contestara, la muchacha le dijo:

"No, no es por eso"

"¿Porqué es azul? Explícamelo tú''

"No se puede explicar".

"¿Entonces?''

"... Se sabe".

Y siguieron andando en silencio.

"Coge esa piedra " le dijo la joven "y apréndetela".

La cogió entre sus manos y supo todas sus formas, y no había nada grabado en ella. Una veta grisacea, que dibujaba un circulo en su superficie, era lo único que interrumpía su blancura.

"Escribe tu nombre en ella"

"No tengo pluma".

La joven le dio un punzón, hecho de un solo diamante, y con él grabó "Napalei".

La joven colocó otra vez la piedra donde estaba y dijo: "Vamos".

"No quiero", murmuró, abriendo los ojos.

Y la niebla era azul y empapaba sus vestidos, y el tic‑tac del reloj marti­lleaba en sus oídos.

Volvió a cerrar los ojos, y estaba en lo alto de un monte, y un hombre for­nido, de rojiza barba, estaba a su lado.

"¿Quién eres tú? ¿Quién era la mujer que estaba conmigo?".

"Mi nombre es Oztekai, y Pointe es el suyo. Somos hermanos gemelos"

"No os parecéis en nada"

"Somos idénticos, lo que ocurre es que tu a mi siempre me ves parado y a ella, corriendo. Desde aquí puedes verla quieta".

Napalei observó que el monte era como un cono que llegaba hasta el mar, y Pointe estaba en la orilla, a todo lo largo de la playa. En un lado Pointe niña llo­rando; en otro, Pointe joven; más allá Pointe vieja con el cabello grisaceo. Pero en conjunto era una sola Pointe, inmóvil en la playa.

"¿Pero Pointe está viva o está muerta?".

"La muerte es la separación del cuerpo y del alma, y Pointe no tiene cuer­po, así como yo no tengo alma".

"¿No decías que erais iguales?"

"Digamos entonces que Pointe es sólo cuerpo y yo soy sólo alma. Todo de­pende de que me veas parado o me veas corriendo''.

"No te entiendo"

"Me entenderías si conocieras a tu hermana"

"Yo soy hijo único y no tengo hermana"

"Ampanipalei es tu hermana y Trazna es vuestra madre".

"Nunca oí hablar de ellas".

"Y sin embargo tú y tu hermana también sois gemelos. Sois idénticos, como dos gotas de agua con fuego dentro ... Sólo que lo que para ti es fuego, para ella es agua y lo que para ti es agua, para ella es fuego".

"Me gustaría verla"

"Para eso si te pueden servir los ojos, pero no aquí, ni ahora; la verás cuan­do yo renazca".

"¿Tu renaces como Pointe?"

"Si, pero ten cuidado, porque ella renace donde yo y yo renazco cuando ella, pero no a la inversa"

"¿Quieres decir que tú no renaces donde ella, ni ella cuando tú?"

"Exacto. Veo que ya vas comprendiendo".

Napalei observó que Oztekai crecía a medida que hablaba, y era ya diez veces mayor que al principio.

"Si sigues creciendo, no cabremos los dos en este monte".

"No te preocupes; dentro de poco habré crecido tanto que no seré mayor que un grano de arena"

"Háblame de mi madre"

"Trazna, mi hermana, es como una tenue luz a través de la niebla"

"¿Mi madre es tu hermana?"

"Ella, Pointe y yo somos hijos de Tolpelvukaim"

"¿Y quién es Tolpelvukaim?"

"Un parpadeo divino en medio de Mafá"

"¿Y Mafá?"

"Mafá no existe, puesto que no es nada"

De repente sonó el despertador y Napalei abrió los ojos. Se levantó y, mientras se vestía, pensó que Ampanipalei habría soñado aquella noche que pasea­ba con Oztekai por la playa y que hablaba con Pointe en la montaña. Sólo que creería que Pointe era Oztekai y Oztekai, Pointe. Y ella misma creería ser varón y llamarse Napalei.

"Bien pensado, quizás sea yo Ampanipalei..."



5 comentarios:

  1. Un sueño extraño diria yo,complicado de resolver.

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  2. Amigo sigue contando,que son de grata lectura y de esto andamos muchos faltos, menos mal que hay gente que motiva… Saludos

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  3. Me gusta esa atmósfera etérea que caracteriza a los sueños y que noto aquí. Si digo que me gustó, sería poco decir.

    Y lo de "ella renace donde yo y yo renazco cuando ella, pero no a la inversa". "¿Quieres decir que tú no renaces donde ella, ni ella cuando tú?" podría leerlo como "el cuerpo renace donde renace el alma y el alma renace cuando renace el cuerpo, pero el alma no renace donde renace el cuerpo ni el cuerpo renace cuando renace el alma", lo cual me parece confuso pero da a pensar un poco sobre el cuerpo y el alma y su interacción.

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  4. Bueno, la verdad es que estaba pensando más en el tiempo y el espacio que en el cuerpo y el alma, pero no me parece mal la interpretación.

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  5. Si, a mi me estaba recordando el cuento a la teoria de la relatividad, y Pointe al tiempo porque solo puede ir en una direccion. Curiosa historia!

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