jueves, 6 de marzo de 2014

Cadáveres y Reliquias

Hace poco nos contó María Candel, en su blog "Asomada a la ventana", la historia de amor de Harriet Taylor, poetisa y defensora de los derechos de la mujer, y John Stuart Mill, economista y defensor de los derechos del hombre (mujer incluida). Uno de sus lectores escribió un comentario en el que cuenta que, si bien Harriet está enterrada en Avignon, el cuerpo de Stuart Mill fue embalsamado y se muestra (vestido, por supuesto) en un armario del University College de Londres, al igual que su mentor, Jeremy Bentham.

 También vestido (aunque menos) estuvo expuesto durante años un negro bosquimano disecado en el museo Darder de Bañolas (provincia de Gerona), pero en 1997 fue enviado a Botsuana para que fuera enterrado en su país natal. Se consideró que su exposición pública atentaba contra la dignidad de las personas humanas.

No veo mucha diferencia, pero en el caso de Stuart Mill se supone, sin embargo, que su exposición pública es un honor, a pesar de que seguramente él hubiera preferido que le enterrasen en Avignon, junto a Harriet.

No estoy muy seguro de la importancia que pueda tener el estudio de la momia de Tutankamón para determinar si murió atropellado por un carro o de un malintencionado mazazo, pero, suponiendo que la tenga, estúdiese y vuélvase a depositar su cadaver, si no en su sarcófago (como era su deseo), al menos en un ataud decente.
En cuanto a los santos incorruptos, tres cuartos de lo mismo. ¿Es que no pueden ser igualmente venerados tras una lápida de piedra? 

A mi me parece que la exhibición pública de cadáveres, sean momias egipcias o incorruptos santos, debería suprimirse. Pero aún peor me parece que se mutilen cadáveres para conservar en un relicario un dedo, una mano, o un brazo completo. Imagino que el día del juicio final Santa Teresa saldrá de la tumba en busca de su brazo y se lo reclamará al Generalísimo Franco. 

No es que yo esté en contra de las reliquias en general. Si alguien se encuentra más cerca de un santo por tener un trozo de se hábito en un relicario, no me parece mal. Incluso no tengo nada que objetar si se trata de unos pelos que su madre guardaba celosa desde su niñez, de unos trozos de uñas de la última vez que se las cortó, o de cualquier parte "renovable" de su anatomía, incluyendo la sangre seca de San Pantaleón, recogida tras su decapitación, que todos los años se licúa el 27 de julio en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid.   

3 comentarios:

  1. Florentino, te doy toda la razón, no le veo sentido a esta forma de exhibición, y menos aun a quienes conservan partes de cuerpo, me parece cómico por decir algo.
    Un saludo.

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  2. Si me permites una broma sobre el tema...."Como lleguen a prohibir este tipo de manifestaciones lo tenemos claro... ¿quien nos gobierna entonces?"...
    Un saludo y disculpa por mi ácido humor.

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  3. Hombre, ya muertos, dudo que se quejen mucho... Aunque entiendo y respeto su postura

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