martes, 10 de julio de 2012

Físico cuántico

Vivía a poco más de dos kilómetros del CERN, por lo que, si hacía bueno y era temprano, iba andando. Otras veces cogía el autobús que pasaba por delante de mi casa.

Por el camino solía ir distraído, pensando en temas de física cuántica, sin fijarme demasiado en lo que ocurría a mi alrededor, por lo que supongo que hubiera sido normal que a veces, más tarde, no recordara si había ido en bus o había ido andando.

Pero a mí me ocurría justo el contrario: con frecuencia recordaba perfectamente haber ido en bus y también, al mismo tiempo, haber ido andando. Incluso alguna vez me pareció recordar que, además, había ido también en coche. En este último caso, la duda sobre cómo hice el trayecto siempre pude resolverla al comprobar que el coche estaba en el CERN, en mi plaza de aparcamiento.

Se me ocurrió pensar que me comportaba como una partícula elemental. Una partícula elemental no “está” en un estado concreto hasta que no la observamos; lo que describe su estado es una “función de onda” que nos da la probabilidad de que esté en un estado o en otro. En el momento en que la observamos, se produce el  “colapso” de la función y encontramos la partícula en un estado concreto entre los permitidos (recuérdese el gato de Schrödinger).

En mi caso tenía tres estados permitidos: haber ido andando, haber ido en bus, y haber ido en coche. Dado que a posteriori no podía comprobar (observar) si había ido andando o en bus, no había “colapso” y me quedaba con la duda. Cuando había ido en coche, sí podía comprobar que el coche estaba en el CERN, por lo que la duda se “colapsaba” en la seguridad de que ese había sido el método utilizado para ir.

De todas formas no le di mucha importancia al asunto hasta que un día me pareció recordar que la noche anterior había cenado en la pizzería Da Pino y también en Chez Pascale. Y recordaba exactamente lo que había cenado en ambos restaurantes. Así que decidí comprobar en cuál de ellos había estado.

Pino (apócope de Giusepino, diminutivo de Giuseppe, José en italiano) me recordaba perfectamente, y coincidió conmigo en que había cenado tortellini all’amatriciana y escalopini al marsala, acompañados por una birra (e non un Nobile di Montepulciano… ¡peccato!) y sin postre. La camarera de Chez Pascale no recordaba que había cenado, pero sí que le había dejado una pourboire excesiva, que ella había rechazado en parte, porque en Chez Pascale la propina tenía que ser de un doce por ciento exacto.

¿Fallaba mi explicación mecanicocuántica del doble recuerdo?... Si fuera correcta, al comprobar que había cenado en Da Pino, la duda debería haber colapsado y tendría que haber comprobado que no lo había hecho en Chez Pascale… O viceversa. La única explicación lógica, aunque me costara aceptarla, era que había cenado dos veces. Sin embargo… ¿podría haber alguna excepción a la regla cuántica y haber estado (colapsado mi función de onda) realmente en dos sitios a la vez?

Por otra parte ¿a cual de los dos sitios había ido a comprobar donde había cenado? Porque, tal como me dí cuenta después, recordaba haber ido tanto a un sitio como al otro directamente al salir del CERN.  

Me propuse estar atento. Si podía estar en dos sitios (estados) a la vez ¿sería posible ver el momento en que mi yo se duplicaba o el momento en que mis dos yo volvían a unirse?

Pronto me di cuenta de que sería difícil observar mi propia duplicación, porque esta, de producirse, tendría lugar solo si estaba distraído, pero quizás si podría estar atento a la posterior  reunificación,  que indefectiblemente debía producirse.

Estuve varios meses tan atento que no se produjo la situación de recordar dos “estados” a la vez hasta que un día, al volver a casa, vi a alguien que vestía igual que yo y venía en dirección contraria. Me paré ante la puerta del jardín y él se paró al lado. Nos miramos. Era yo.

Uno de mis dos yo abrió la puerta y esperó a que el otro pasara. Este abrió la puerta de la casa y, dirigiéndose a la nevera sacó una cerveza (Franciskaner) mientras el otro yo cogía un par de vasos.

Nos sentamos frente a frente en el salón y nos bebimos, mirándonos en silencio, nuestras medias cervezas. Luego nos levantamos para ir al cuarto de baño. Atravesamos la puerta a la vez, y volvimos a ser un solo yo.

Cuando volví al salón, comprendí que tenía que haber sido una alucinación provocada por el cansancio, así que cogí los dos vasos con restos de cerveza, los metí en el lavaplatos y me acosté.      

   

2 comentarios:

  1. ¡Fantástico el relato! Hacía tiempo que no leía un cuento tan original...
    Sobre todo, la última frase, cuando coge las dos vasos. Al principio pensé que se trataba de un ejemplo para explicar algún fenómeno de Física, pero parece ser que no era así

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  2. La verdad es que sí estoy se trata de un fenómeno de física de partículas, pero no el final, que rompe el esquema.

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