viernes, 25 de diciembre de 2015

Abbía

Más bellos que los rosados dedos de la aurora
son los dedos de tus manos cuando extiendes los brazos
y me llamas.

Más bellos que la rubia flor de la retama
son tus cabellos cuando te paras mirándome
y me llamas.

Más bellos que las blancas perlas del océano
son tus dientes cuando sonríen tus labios
y me llamas.

Más bella que la clara luz del sol
es la de tus ojos cuando al verme se iluminan
y me llamas.

Más bella que cualquier palabra del diccionario
es la que tu boca intenta cuando aprendiendo a hablar
me llamas:

¡Abbía!  

domingo, 20 de diciembre de 2015

Feliz Navidad 2015




Os deseo a todos una feliz Navidad con la Virgen de la leche de Luis de Morales 
y una poesía de Gerardo Diego, su 
Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad


Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.

Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.


O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Dependencia

Juanita subió la persiana, permitiendo que la luz del día inundara la habitación. Luego retiró el edredón, dejando al descubierto el saco de huesos al que había quedado reducido el cuerpo del señor Mortimer.

- ¡Señor Mortimer, señor Mortimer!... Es hora de despertar.

El señor Mortimer abrió los ojos, dejando la mirada perdida no se sabe dónde, y sin mover un solo músculo más.

Juanita le cogió la muñeca para tomarle el pulso, la tensión y la temperatura. Luego puso una mano sobre su pecho y otra sobre la cabeza, y le hizo un encéfalograma y un electro.

- Todo correcto, señor Mortimer. Está Usted como una rosa.

- Era un baile de disfraces... - musitó él.

- Ahora no, señor Mortimer. Primero tengo que afeitarle, lavarle y darle el desayuno.

Juanita le retiró los pañales, le limpió todo el cuerpo con una toallita húmeda y luego le pasó otra con una crema hidratante. Eliminó los pelillos de la cara con una crema depiladora y le puso unos pañales limpios. Luego lo vistió con una sencilla bata, lo peinó, lo sentó en su silla de ruedas, sujetándolo con el cinturón de seguridad, y lo llevó a la cocina, donde ya estaba preparado y caliente el biberón del desayuno.

- Vamos, señor Mortimer, succione... Es muy fácil. ¿No querrá que le alimente por vía intravenosa, verdad?

Cuando hubo terminado, Juanita lo llevó hasta el despacho, le puso el casco psicomental y esperó a que el señor Mortimer empezara a pensar.

Pero lo único que pensaba el señor Mortimer era en que estaba cansado y quería que le dejaran en paz.
- Vamos, señor Mortimer, piense... piense un rato... La editorial...

- Era un baile de disfraces, y yo entré con mi túnica negra, - transmitió el casco psicomental - la amplia capucha que impedía ver mi rostro, y la guadaña. Tuve un éxito inmenso y me dieron el primer premio... Todavía disfruto recordando la cara que pusieron cuando acabó la fiesta y descubrieron que lo mío no era un disfraz...

- Señor Mortimer, no me tome el pelo. El tema de la Muerte que se presenta en un baile de disfraces es de Terry Pratchett. Si publicara algo así, le acusarían de plagiario. Tiene que pensar algo original. La editoríal está esperando nuevas historias que publicar... Si no publica nuevas historias, no ganará dinero. Y si no hay dinero, no podrá pagar mis servicios, y tendrán que devolverme a fábrica para reciclarme, y... ¿qué será de usted sin robot de dependencia?... Porque usted no quiere morir, solo, sin nadie que le cuide  ¿verdad, señor Mortimer?... ¿O prefiere que estimule su imaginación con unas pequeñas descargas en su cerebro?. 

Esta vez, los ojos se dirigieron llenos de odio directamente a Juanita. Pero, a pesar de todo, comenzó a pensar:

-  Juanita subió la persiana, permitiendo que la luz del día inundara la habitación. Luego retiró el edredón, dejando al descubierto el saco de huesos al que había quedado reducido el cuerpo del señor Mortimer...

---


En memoria de Terry Pratchett, muerto este año de 2015 y autor de "Mort", novela de la saga Mundodisco en la que narra la historia de la muerte y el baile de disfraces.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Reciprocidad Tierra-Luna

Desde la Tierra no se ve la cara oculta de la Luna. Desde la cara oculta de la Luna no puede verse la Tierra.

Desde la Tierra solo se ve una cara de la Luna. Desde la Luna la Tierra muestra todas sus caras al girar sobre su eje.

Desde la Tierra, la Luna se desplaza de Este a Oeste por la bóveda celeste. Desde la Luna, la Tierra permanece siempre fija en el mismo punto del firmamento.

Cuando en la Tierra hay Luna llena, en la Luna hay Tierra nueva. Cuando en la Tierra hay Luna nueva, en la luna hay Tierra llena.

Cuando en la Tierra hay  Luna creciente, en la Luna hay Tierra menguante. Cuando desde la Tierra la Luna mengua, desde la Luna la Tierra crece.

El diámetro aparente de la Tierra vista desde la Luna es cuatro veces el tamaño del diámetro de la Luna vista desde la Tierra. Su superficie aparente es por tanto dieciseis veces el de la Luna.

El albedo de la Tierra es más de cinco veces el albedo de la Luna. Por tanto, en la misma fase, la Luna recibe de la Tierra más de ochenta veces la luz que la Tierra recibe de la Luna. 

Cuando en la Tierra hay eclipse de Luna, en la Luna hay eclipse de Sol. Cuando en la Tierra hay eclipse de Sol, en la Luna hay eclipse de Tierra.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Mimetización

El proceso de mimetización había sido un éxito, pensó Axhmugg. A pesar de la enorme diferencia fisiológica que había entre los habitantes del sistema GLK77483 y los orionitas, la cirugía estética y algunos implantes de otras especies habían conseguido que Axhmugg fuera prácticamente idéntico a uno de los que aparecían en las imágenes que una nave espía no tripulada había conseguido captar por azar en el espacio exterior.

Un análisis psiónico de la zona en la que se encontraba la nave había conseguido determinar que existía vida inteligente en alguno de los planetas que giraban en torno a una minúscula estrella situada a unos 7.000 kulefs/luz.

Aunque por las imágenes captadas no parecía que los habitantes de GLK77483 tuvieran una tecnología muy avanzada, se apreciaba que eran muy irritables y belicosos. Por ello, y antes de intentar establecer unas posibles relaciones diplomáticas y comerciales, se había decidido enviar a un experto en relaciones interestelares, convenientemente mimetizado para no despertar antipatías ni sospechas, para estudiar las posibilidades que ofrecía el mundo recién descubierto.

Cuando Axhmugg estuvo lo suficientemente cerca del sistema GLK77483 determinó que el planeta con vida inteligente era el tercero de los que giraban en torno a su estrella. Examinó la enorme cantidad de ondas radiofónicas que invadían el espacio, seleccionó una de las más potentes, y utilizó el microchip incorporado a su cerebro para analizar y aprender el primitivo lenguaje en que se expresaba.

Una vez cerca del planeta, giró a su alrededor y decidió posar su nave en una zona escasamente habitada para minimizar los posibles riesgos. Analizó el aire del planeta descubriendo que, aunque con un exceso de dióxido de carbono, era perfectamente respirable.

Salió de la nave y contempló admirado el paisaje, distinto pero al mismo tiempo parecido al de su planeta de origen. Había tomado tierra en la falda de una montaña, y ante él se desplegaba un bucólico valle, pletórico de verde vegetación y surcado por un rio de limpias aguas azules.

En un punto no muy alejado, a la orilla del río, había una rústica choza de tres pisos de altura y amplias ventanas acristaladas. Allí, decidió, tendría su primer contacto con los habitantes del planeta.

Se acercó a la choza, subió los amplios escalones de piedra blanca que llevaban al porche de entrada, y dio unos cuantos golpes con los nudillos en la puerta.

En cuanto la puerta comenzó a abrirse dijo "Grüss Gott!" con la tonalidad justa que había aprendido, pero no pudo decir nada más, sorprendido por la apariencia del personaje que le había abierto la puerta: Era idéntico a un niño orionita.

El niño también lo miró sorprendido, pero tras unos momentos de  indecisión corrió hacia el interior de la choza gritando alborozado "Mamá, mamá,... ¡Ha venido el pato Donald!"           

jueves, 5 de noviembre de 2015

El fechador

Me incorporé a la Oficina de Planificación y Centro de Cálculo del Banco de España en Marzo de 1974. Miguel Taús Martí, el jefe de la oficina, aunque no sabía nada de informática, era un hombre sensato. Por eso, para contar con alguien con amplia experiencia en ordenadores, promovió la convocatoria del concurso por el que entré en el banco. Había ya personal con cierta experiencia en programación de aplicaciones, faltando alguien que pudiera discutir con los técnicos de IBM en las áreas de hardware y de sistemas.

El subjefe de la oficina, de origen bancario como el jefe, se llamaba José Antonio Carmona y tenía un tic en la nariz por el que los empleados le apodaban Samanta, como a una conocida bruja de la televisión que la utilizaba para hacer magia.

El jefe de la Sección de Explotación, Eduardo Fontcuberta, había sido compañero de colegio y de clase de mi primo José Manuel, que era técnico del banco, pero no se hablaban desde que le ascendieron a jefe de sección y le dijo a mi primo que debía dirigirse a él como "Don Eduardo".   
 
En Explotación disponían de dos ordenadores, un antiguo IBM 1401 en el que funcionaba la aplicación de la CIR (Central de Información de Riesgos) que era en esos momentos la aplicación estrella del banco, y un flamante IBM 360/50 al que, entre otros equipos, estaba conectada una portentosa máquina de almacenamiento de información en láminas magnéticas que nadie, ni los más expertos técnicos de la propia IBM, consiguió jamás que funcionara. 

El jefe del Negociado de Programación se llamaba Juan Cano Rebollo. Era chiquito y sumamente amable, pero muy estricto con sus subordinados. Cuando alguien se levantaba y salía del despacho, sobre todo a primeras horas, le decía que "al banco había que venir, desayunado, orinado, y con todas las necesidades hechas".

Cano se encargaba del material de oficina, así que en mi primer día, en cuanto me lo presentaron, empezó a darme papel, lápices, bolígrafos de todos los colores, carpetas, un fechador,...



Yo intenté devolverle el fechador, que me parecía que no necesitaba para nada, pero él insistió en que era utilísimo: solo había que mover las cintas de goma por la mañana para que apareciese abajo la fecha del día y luego, cada vez que hubiese que poner una fecha, entintarlo y presionar sobre el papel.

A mí me pareció que, de todas maneras, el cacharro no me servía para nada, pero finalmente lo acepté para no parecer maleducado. Y él continuó dándome cosas: grapas, grapadora, archivadores... 
  
Al final me preguntó si necesitaba algo más, a lo que contesté que necesitaría una de esas cajitas con material esponjoso empapado en tinta que se utilizan para entintar el fechador.

"¡Ah!", me dijo apenado, "lo siento pero no me queda ninguna,... pero no importa,... cada vez que necesite utilizar el fechador, pásese por mi despacho, que con mucho gusto le dejaré utilizar la mía."  

Me fui con todo el material al que iba a ser mi despacho, puse la fecha del día en el fechador, lo guardé en un cajón de la mesa y allí permaneció, sin modificar ni entintar, durante casi treinta años hasta que, en uno de los últimos cambios de despacho, desapareció.

Entre los súbditos de Cano, que conocí ese día, hice algunos buenos amigos, como Julián Valentín (uno de los técnicos del banco que, tan solo un par de meses antes, habían sido seleccionados para formarse como programadores), que aún hoy día sigue leyendo de vez en cuando mi blog y que hace la siguiente aportación a esta entrada:


Cano, además de tener un pasado lleno de incidentes y anécdotas una vez ya casado y con hijos, de las que recuerdo unas cuantas que nos sirvieron y nos sirven para troncharnos de risa, tenía un pasado de seminarista, casi llegó a cura, de lo que se salió para casarse. Quizá debido a sus ejercicios de declamación y oratoria en el seminario tenía una forma de hablar muy cuidadosa con el lenguaje, tanto que le gustaba sobreactuar y a nosotros, los programadores y a sus jefes, nos parecía pura pedantería o, como ahora dirían algunos, era "postureo". Taús le dijo "Usted se escucha cuando habla" y yo, influenciado por una película, no sé cuál, le puse "Dudú el Sintaxis". Y con Dudú el Sintaxis se quedó, eso sí en el ámbito de José Antonio Urrialde (el Urri), Antonio López, Ignacio Torres, Fernando Revuelta, Julián Valentín, Paco Vecino, José Mari Campo Nieto, José Félix Azofra, José Mª Alonso, Juan Ramón Rubio, Pablo Villamediana, Iñaki López de Calle, etc. Toda esa panda de programadores de los años 70.   

domingo, 25 de octubre de 2015

Laberinto - 9 - Un pacto

Su Eminencia Yogros III Vanae esperó inquieto en la antesala hasta que un abote de pelaje negro le hizo señas para que entrara en el despacho del Burgomaestre Törwald Smit.

No era la primera vez que Yogros III visitaba el despacho del burgomaestre, que siempre le esperaba sentado ante su mesa de trabajo y no mostraba la mínima cortesía de levantarse para saludarle. Esta vez, sin embargo, Törwald Smit estaba sentado junto al ventanal que daba a  la Gran Plaza y, aunque esperó a que Yagros III estuviera casi a su lado, se levantó, se inclinó levemente en un saludo protocolario, y le indicó con un movimiento de la mano que tomara asiento a su lado.

Yogros III correspondió al saludo con otra leve inclinación y se sentó después de esperar a que el burgomaestre se sentara.

Es una vista magnífica la que se tiene desde aquí, comentó Törwald Smit mirando hacia la plaza. El auditorio comunal a la derecha, el museo arqueológico a la izquierda, y el estanque de los lumirones en el centro. Lástima que al fondo solo se vean las destartaladas casuchas de Ínguelson.

El burgomaestre observó divertido el ligero cambio que sufrió la expresión de Yogros III, a pesar de su esfuerzo por aparentar que no le preocupaba la mención de Ínguelson, el barrio donde residían él mismo y muchos de sus seguidores.

Mejoraría notablemente, continuó Törwald Smit, si, en lugar de esas casuchas, se irguiera un majestuoso templo imperatrixta.

Los imperatrixtas le estamos muy agradecidos, contestó Su Eminencia, por la tolerancia que siempre nos ha mostrado Su Excelencia, a pesar de que nuestra iglesia es considerada una secta ilegal desde la derrota del Imperio. Pero levantar un templo frente a las dependencias de la Comuna...

Dentro de seis meses, interrumpió el burgomaestre, podría aprobarse una ley que declarase legal la iglesia imperatrixta en Arturonova y sus dependencias, y la Comuna estaría dispuesta incluso a sufragar parte de los gastos de la construcción del templo. Al fin y al cabo, buena parte de la población de Arturonova es imperatrixta... ¿Un veinte por ciento quizás?

Yogros III apenas pudo contener el aliento: Dentro de tres meses habrá elecciones, muy reñidas según parece... ¿Crée que el nuevo burgomaestre, sea quién sea, estará de acuerdo con su idea de legalizar nuestra iglesia?

No. Por supuesto que no. A menos que... el nuevo burgomaestre sea nuevamente yo. 
   
Törwald Smit dió un par de sonoras palmadas, y la puerta del despacho se abrió, entrando el abote de pelaje negro con una bandeja, dos copas y una botella del especiado vino rosado de Palisei.              

martes, 20 de octubre de 2015

Jabberwocky - 11

Esta musiquilla la escribí para el fragmento 11 del poema Jabberwocky de Lewis Carrol:


 And has thou slain the Jabberwock?
 Come to my arms, my beamish boy!

lunes, 5 de octubre de 2015

Reelaboraciones II

A partir de un dibujo que publiqué en "Reelaboraciones", mi amigo el Doctor Enrico Sartori, ha hecho toda la serie de re-reelaboraciones que publico a continuación. Además me ha explicado como las ha hecho, cosa que le agradezco, porque sus trucos los volveré a utilizar.












viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi amigo Klaus

Mi amigo Klaus (ver Primeros meses en Italia) es uno de los hombres más afortunados que he conocido jamás. Sea por su claridad de ideas o por puro azar, siempre se lleva en todo la mejor parte.

Vivimos durante una temporada en el "palazzo di Reno", así llamado por ser el único edificio moderno de Reno di Leggiuno con más de dos plantas. La planta baja estaba ocupada por los servicios comunes y por garajes individuales. Una rampa exterior en espiral ("lo scivolo" = el tobogán), altamente peligroso en invierno, conducía a la entrada del edificio, situada en el primer piso.



Reno visto desde mi ventana, con "lo scivolo" en primer término

Nuestros apartamentos eran idénticos, aunque el mío estaba en la primea planta y el suyo justo encima, en la segunda, con las evidentes ventajas que esto le reportaba. Y nuestros garajes estaban uno junto a otro en el lateral izquierdo del edificio, aunque, por supuesto, la maniobra que había que hacer para entrar en el suyo era mucho más simple que la que había que hacer para entrar en el mío.

Cuando se compró un equipo de alta fidelidad, tuvo la suerte de encontrar en Alemania un experto vendedor que le aconsejó tan acertadamente, que era evidente que ningún equipo de menor precio podía alcanzar la calidad del suyo, mientras que cualquier otro equipo, por caro que fuera, era imposible que la mejorara.  

Entre semana comíamos en "la mensa" (la cantina del Centro Común de Investigación del Euratom). Klaus, provisto de una vista inmejorable, me dijo en varias ocasiones que una chica le estaba mirando. Yo, por más que aguzara la vista, no era capaz de distinguir si la chica, que comía en el otro extremo de la mensa, le miraba a él, a mí o al vecino de la mesa de al lado.


Pero Klaus tenía razón y unos meses después se casó con Annette y tuvieron una hija, Sandra, de la que tuve el honor de ser padrino de bautizo.
  



Klaus es ateo pero, dando muestra de una enorme finura de pensamiento, decidió bautizarla. Según él, era muy difícil que un ateo se hiciera creyente, mientras que para un creyente era muy fácil volverse ateo. Bautizándola conseguía que, cuando fuera mayor, tuviera más libertad para escoger si quería ser atea o creyente.

Un día antes de un viaje a Alemania, me pidió que le acompañara a la orilla del lago Mayor para coger un poco de arena. Bajamos con el oche y, para mi sorpresa, empezó a llenar de arena cajas y cajas con ayuda de una pala. Alguien me había dicho que la arena del lago era estupenda para dejar reluciente la vajilla, pero, a menos que pensara venderla en un mercadillo, no  se me ocurría para que querría llevarse tanta. Así que finalmente le pregunté para que la quería. "Es que en Alemania no hay límite de velocidad en las autopistas. Con las cajas llenas de arena consigo que el coche pese más, se agarre mejor al asfalto, y pueda correr más. Esto me lo enseñó mi padre. Él lo llevaba siempre cargado de ladrillos, hasta que una vez, en un frenazo, un ladrillo salió disparado hacia delante, le dio en la nuca y por poco le mata".

Hace unos días he vuelto a verlo con motivo del cincuenta aniversario de la creación de la OCDE-ENEA Computer Programme Library, y me ha dicho que además de haber tenido su primera hija cuatro años antes de que yo tuviera la mía, tuvo la segunda (y última) suya dos años después de que yo tuviera la última mía. O sea, que en esto también me gana.    


Klaus A. Hey fotografiado el 4-sept-2015 por Juan Manuel Galán

domingo, 20 de septiembre de 2015

Laberinto - 8 - La estructura del Laberinto

Después de visitar todas las puertas abiertas del Laberinto y recorrer un número considerable  de pasillos, he llegado a la conclusión de que su estructura, aunque compleja, es enormemente repetitiva. No es solo que de cada puerta partan cinco pasillos y de que confluyan siete en todos los distribuidores. Es que además si el pasillo X.y.z.t de una puerta es ascendente, plano o descendente, también lo son los pasillos X.y.z.t de las demás puertas.

Fulcan cayó unos instantes para observar en la expresión de Crowell John si le había comprendido. Tanto este como Olivia Prisco asintieron con la cabeza, por lo que Fulcan continuó:

Pero no es solo eso: Si tomamos el pasillo A, que va pegado al muro exterior y es descendente en todas las puertas, llegamos a un rellano, idéntico al de la entrada, aunque sin puerta al exterior, del que salen cinco pasillos, repitiéndose nuevamente la misma estructura. Y si tomamos el pasillo E, que también va pegado al muro exterior, pero es ascendente, llegamos a otro rellano igual, del que parte otra vez una estructura idéntica de pasillos. 

¿Y si sigues bajando por el pasillo A de cada rellano o subiendo por el E?, preguntó Crowell John.
 
Sigues encontrando rellanos idénticos cada vez más abajo o cada vez más arriba. No me he atrevido a aventurarme mucho por los pasillos, pero, por los que van pegados al muro exterior he bajado y subido aunque estuvieran a oscuras, ya que la vuelta no ofrecía dudas.

¿Es cierto que no se puede encender fuego dentro del laberinto?

Fulcan y Crowell John miraron sorprendidos a Olivia.

No. No se puede encender fuego dentro del Laberinto. Se cierran automáticamente todas las puertas de alrededor, explicó Crowell John, y se extrae todo el aire, o se sustituye por otra cosa... no sé... Cuando se apaga el fuego, las puertas vuelven a abrirse. Ha habido algún muerto...  

Hay al menos cinco pisos bajo tierra y otros siete por encima, continuó Fulcan tras unos instantes de silencio. Digo "al menos" porque, en el último rellano al que he llegado,  el siguiente pasillo descendente o ascendente estaba cegado, no sé si por ser el último o porque hay una puerta que, de abrirse podría conducirnos más abajo o más arriba. Hacia arriba, en todo caso, creo que, dada la altura del edificio, podría haber hasta diez pisos. Hacia abajo podría haber solo cinco o haber cuarenta... Los pasillos ascendentes y descendentes del interior sirven lógicamente para conectar unos pisos con otros, y, entre estos y los horizontales debe haber algunos que comuniquen entre sí pisos correspondientes a distintas puertas de entrada. O, dicho de otra manera, debe de haber distribuidores en los que confluyen dos o más pasillos que provienen de distintas puertas. 
    
Tiene que haber algún punto, dijo Crowell John después de meditar unos momentos, en el que deje de existir esa repetición exacta, puerta a puerta, de las estructuras.

sábado, 5 de septiembre de 2015

El silencio

Hace un calor sofocante. Son casi las doce de la noche y hace un calor sofocante.

He abierto todas las puertas y ventanas para ver si corre un poco de aire y refresca, pero sigue haciendo un calor sofocante.

Me levanto y me asomo a la ventana. No se ve la silueta de la Sierra Blanca recortada contra el cielo. El calor ha hecho que una espesa niebla se levante del mar y no deje ver ni siquiera las luces de las urbanizaciones que escalan las faldas de La Concha. Lo único que veo es el resplandor de las farolas de la calle, cada vez más pálidas a medida que la calle se aleja cuesta abajo.

Ni siquiera se ven las luces de la pizzería del final de la calle. Quizás hayan cerrado ya. Quizás no hayan abierto.

Vuelvo a la cama. Únicamente veo un leve resplandor en el cuadrado de la ventana, insuficiente para distinguir los ángulos entre las paredes y el techo.

La niebla ha entrado en la habitación.

A la niebla se une el silencio. No se oye pasar ningún coche por la calle. Y tampoco pasa el motorista que todas las noches aprovecha la cuesta de la calle para dar un sonoro acelerón. Pero es lógico. ¿Quién va a salir con esta niebla?

Doy un par de vueltas en la cama, pero finalmente me levanto. Encuentro insufrible este silencio. Enciendo la radio. No se oye nada. Subo el volumen. Silencio. El dial está en el 98'1, Radio Clásica, pero no se oye nada.

Giro el selector de frecuencias. Nada. No se oye nada. Ni siquiera el ruido blanco de la estática.

Estoy a punto de gritar, pero no lo hago. Tengo miedo. ¿Y si grito y no me oigo gritar?    

martes, 25 de agosto de 2015

Nenia, de Carlos Guido y Spano

Esta musiquilla la escribí para el precioso poema Nenia de Carlos Guido y  Spano :




En idioma guaraní,
Una joven paraguaya
Tiernas endechas ensaya
Cantando en el arpa así,
En idioma guaraní.

¡Llora, llora, urutaú,
En las ramas del yatay,
Ya no existe el Paraguay,
Donde nací, como tú!
¡Llora, llora, urutaú!

En el dulce Lambaré
Feliz era en mi cabaña;
Vino la guerra y su saña
No ha dejado nada en pié
En el dulce Lambaré.

Padre, madre, hermanos, ¡ay!,
Todo en el mundo he perdido;
En mi corazón partido
Solo amargas penas hay:
Padre, madre, hermanos, ¡ay!

De un verde ubirapitá,
Mi novio, que combatió
Como un héroe en el Timbó,
Al pié sepultado está:
De un verde ubirapitá.

Rasgado el blanco tipoy
Tengo en señal de mi duelo,
¡y en aquel sagrado suelo
De rodillas siempre estoy
Rasgado el blanco tipoy!

Le mataron los cambá,
No pudiéndole rendir;
Él fue el último en salir
De Curuzú y Humaitá;
¡le mataron los cambá!

¿Por qué, cielos, no morí
Cuando me estrechó triunfante
Entre sus brazos mi amante
Después de Curupaití?
¿Por qué, cielos, no morí? 

¡Llora, llora, urutaú,
En las ramas del yatay;
Ya no existe Paraguay,
Donde nací como tú!
¡llora, llora, urutaú!

jueves, 20 de agosto de 2015

Por qué dejé la Universidad

El sueldo que me ofrecieron para dirigir el Centro de Cálculo de la Universidad era análogo al que cobraba del OCDE-ENEA en Ispra, pero en la práctica era mayor, ya que en aquella época casi todo era en España más barato que en Italia. Además, para un soltero, incluso un sueldo menor hubiera sido suficiente.

Pero me casé, empecé a tener hijas... y tuvo lugar la primera crisis del petróleo, que hizo que los precios crecieran desorbitadamente en siete años, sin que la Universidad mostrase el más mínimo interés en subir los sueldos del personal contratado, no funcionario.

El flamante "gerente" que el rector había contratado para poner orden en las cuentas de la Universidad era perfectamente consciente de que mi sueldo era bajo. Él o algún otro listillo de su equipo consideraba que era imposible que con mi sueldo hubiera podido comprarme un Citroen GS (¡rojo, para mayor ostentación!), de lo que deducían que yo vendía bajo cuerda a empresas privadas el papel de impresora que comprábamos, ciertamente en grandes cantidades, para satisfacer las necesidades de impresión de los profesores y  alumnos de la Universidad.  

Los ordenadores cedidos por IBM no podían usarse, por el contrato de cesión, para realizar trabajos administrativos, por lo que la Universidad contrató con una empresa la informatización de la matrícula, pero nos encargó  a nosotros el pase a fichas perforadas de los impresos de matrícula. Para acelerar el proceso se contrataron algunas perforistas extra, entre las que se encontraba Clementina Cuevas, que trabajaba por las mañanas en el Banco de España. Fue ella la que le llevó a María Teresa Molina (la analista del Centro de Cálculo que se encargó del tema) la convocatoria de una plaza de "staff" informático, a las órdenes del jefe del centro de cálculo del banco. El sueldo previsto era el doble del que yo ganaba, incluidas las clases en la Facultad de Ciencias y en el Instituto de Informática, y los requisitos exigidos se adaptaban como un guante a mi curriculum (aunque mi inglés hablado es bastante deficiente).

Era justamente el día en que vencía el plazo para presentar la solicitud, así que, sin pensarlo  dos veces, reuní la documentación necesaria y la presenté. Siempre podría repensarlo con calma si me daban la plaza.

Parece ser que quedamos  dos finalistas (no sé quién sería el otro), y el tribunal no tenía muy claro a quién escoger. Decidieron que pasáramos los dos un exhaustivo y decisivo examen psicológico de resultas del cual me dieron a mí la plaza.

Gracias a mi fortaleza psicológica, supongo, he sobrevivido algo más de 31 años trabajando en el Banco de España.     
  
Gracias al nuevo  sueldo, que resultó ser casi el triple del que ganaba en la Universidad, pude permitirme el lujo de hacerme un "aparato" para subsanar mis carencias dentales (que me ha durado 40 años) y unas fundas estupendas para los incisivos de mi mujer (que todavía le duran). Diría que este fue el motivo determinante, la gota que colma el vaso, para aceptar el puesto.