Ver la entrada TETRAEDRÓN del 8 de Febrero de 2017.
miércoles, 30 de julio de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
domingo, 20 de julio de 2014
La corza blanca
Las
frases y palabras que figuran entre corchetes corresponden a zonas ilegibles en
este texto, de los mejor conservados entre los papiros de Schimatari, que el
Profesor Papadopoulos ha completado al considerarlas como muy probables. El
texto utiliza además las letras MB para el rumiante del relato, lo que no se
corresponde con ningún animal conocido. El Profesor Papadopoulos lo ha
traducido por "corza", aún a
sabiendas de que Grecia es una de las pocas zonas de Europa en que no existen
corzos, porque sospecha que el relato no es original griego, sino importado por
alguno de los pueblos que, en sucesivas migraciones, habían conformado lo que
luego sería la Grecia clásica.
[A veces me parece recordar la luz]
rosada del amanecer invadiendo los cielos como preludio a la esplendorosa
salida del sol. A veces me parece recordar la blanca espuma del mar al
estrellarse contra los acantilados. A veces me parece recordar la blancura de
la nieve, la floración de los almendros, el amarillo estallido de la retama... Pero
ya no sé si mi imaginación me engaña, o me engaña mi memoria.
Lo que sí recuerdo sin engaño, y nunca
se aleja de mi memoria, es el desnudo cuerpo de una desconocida diosa y la
blanca piel de la corza que me llevó hasta ella.
Había dejado ya a los cerdos en la
cochiquera. El cielo aún conservaba un rastro de luz, y una enorme luna llena
se elevaba sobre los montes y [el bosque cercanos].
Luna llena. La noche perfecta para
recoger el sagrado muérdago que se esconde entre las ramas de los robles y que
mi anciana madre acostumbraba a colgar en el umbral de la choza.
Había ya guardado algo de muérdago en
el zurrón cuando vi agitarse algo blanco entre los árboles. Curioso, me aproximé
sigiloso, descubriendo con sorpresa una blanca corza que ramoneaba [tiernos
brotes].
[Debí hacer algún ruido,] pues la corza
levantó bruscamente la cabeza, miró en todas direcciones, y se alejó con un
trote ligero.
La seguí y, aunque en algunos momentos
creí haber perdido su pista, imaginé que se dirigía hacia el arroyo que, entre
árboles y peñas, dejaba llegar su murmullo hasta donde yo estaba. Me dirigí
hacia una poza que conocía bien, pues la utilizaba a veces para bañarme y
desprenderme del olor de los cerdos.
Cuando llegué a la poza, siempre
silencioso, descubrí bañándose en ella una doncella de cabello oscuro y piel
más blanca que la de la corza. Apenas si pude contener el aliento cuando al
salir me mostró su cuerpo desnudo. Tan solo fue un instante, un instante de
gloria y maravilla, porque nada más grabar su belleza en mi retina, la luz huyó
de mis ojos y quedé ciego para siempre.
Creo que me moví y, en mi ceguera,
tropecé y caí. Entonces la oí acercarse. Y me acarició el rostro con sus suaves
manos.
- ¡Pobre mortal! - exclamó - ¿Acaso no
sabes que mirar directamente al sol [produce ceguera]?
Me ayudó a levantarme y me condujo
hasta el borde del agua. Allí me quitó los viejos trapos que me cubrían y,
siempre de la mano, entró conmigo en el agua. Noté, en éxtasis, como sus manos
recorrían mi cuerpo, limpiándolo de su suciedad y sus impurezas. Pensé que, además
de la vista, iba a perder la razón y quizás la vida. Mis manos, sin mi permiso,
tomaron posesión de su cintura ...
El
resto del papiro está muy deteriorado, por lo que solo se han podido traducir
las siguientes frases inconexas:
...con el tiempo aprendí a interpretar
los rumores que trae el viento, los mil sonidos del bosque, el lenguaje de los
pájaros...
...sentí, con el corazón desbocado,
como acariciaba mi mano con su lengua...
martes, 15 de julio de 2014
jueves, 10 de julio de 2014
Dos anécdotas frias
Cuando estudiaba tercero de
carrera vivía en el Colegio Mayor Moncloa. Entre los nuevos residentes que
llegaron ese año había dos hermanos nicaragüenses. Miguel era un romántico
empedernido que estaba enamorado de Carmen
Sevilla: todos los días dedicaba un rato a tocar la guitarra sentado frente a
una foto de ella. Rosendo tenía un carácter más deportivo: todos los días se
levantaba temprano para, con unos pantalones cortos y una camisa negra casi
transparente, se dedicaba a correr por los alrededores (entonces no se le llamaba todavía footing a eso).
A medida que se acercaba el
invierno, cada vez más compañeros le aconsejaban que lo hiciera un poco más
vestido, pero él aseguraba que, acostumbrándose poco a poco, el frío sería
perfectamente soportable.
Llegó el invierno y Rosendo cogió
una pulmonía que por poco le lleva a la tumba. Luego le veíamos todas las
mañanas bajar a la universidad envuelto en
un abrigo de pieles con un cuello tan frondoso que apenas si le asomaban los ojos por
encima.
Años después, cuando estuve en
Zurich, enviado por la Junta de Energía Nuclear, también viví en una residencia de estudiantes, la Studentenheim
Fluntern.
Uno de los residentes, cuyo
nombre no recuerdo, era inglés. Todos los días, después de desayunar, miraba el
termómetro que colgaba en la parte exterior de la ventana del comedor. Sacaba lápiz
y papel, hacía un pequeño cálculo para pasar los grados Celsius del termómetro
a grados Farenheit, y salía a la calle abrigado adecuadamente: en mangas de
camisa, con chaqueta, con bufanda, con abrigo...
Un día cayó en la cuenta de que
estaba repitiendo todos los días cálculos prácticamente idénticos, y entonces
decidió hacer una chuleta en la que figuraba, para todo un rango de grados
Celsius, su equivalente en Farenheit. Pegó la chuleta al termómetro y, a partir
de ahí, cada mañana miraba el termómetro, luego la chuleta, y se abrigaba para
salir.
A los pocos días, imitando su
letra, cambiamos la chuleta, añadiéndole varios grados a la columna de los
grados Farenheit. Estuvo más de una semana saliendo bastante desabrigado,
aunque no tanto como para coger una pulmonía, antes de darse cuenta del engaño.
sábado, 5 de julio de 2014
Como ser santo
La manera más sencilla de llegar
a ser santo es que venga un tío con un pistolón y te diga que abjures. Tú dices "No abjuro", o
"¡Viva Cristo Rey!" o algo por el estilo; el tío te descerraja un
tiro, y ya eres santo.
Naturalmente se trata de que el
tío venga solo con el pistolón, porque si trae también unos alicates y se
dedica a arrancarte las uñas o a hacerte alguna otra delicadeza de las que es
capaz de imaginar la mente humana, la cosa no resulta tan sencilla. Yo, al
menos, creo que abjuraría. Luego lloraría, como San Pedro, por haber negado a
Cristo; pero abjuraría.
Claro que aunque solo viniera con
el pistolón, igual me voy por las patas abajo y también abjuro. Me temo que no
tengo madera de mártir.
De hecho creo que no tengo madera
de santo. Al menos no de santo con aspiración a sentarme a la derecha de
Cristo, como los hijos de Zebedeo. Lo cual no quiere decir que no aspire a ir
al cielo cuando muera. Pero me daría por más que satisfecho con un rinconcito pequeño,
en el lugar más alejado, desde el que poder contemplar la inmensidad de Dios.
Creo que soy una buena persona,
relativamente decente, pero me temo que eso no es mérito suficiente para
merecer ese rinconcito.
Claro que, como enseña la Iglesia,
no son nuestros méritos los que nos hacen merecer el cielo, sino el sacrificio
de Cristo, que derramó su sangre para el perdón de los pecados de todos los
hombres. Y ¿va a permitir Dios que una sola gota de su sangre se derrame
inútilmente?
Cuentan los Evangelios que Jesús
dijo que el único pecado que no será perdonado es el pecado contra el Espíritu
Santo, que consiste en negarse a aceptar el perdón de Dios, siendo
perfectamente consciente de que quién me lo ofrece es Dios. Pero si yo, durante
una temporada, me niego a aceptarlo y luego me arrepiento ¿no me daría el
perdón? Claro que sí. Creo que las palabras de Cristo se refieren al momento de
la muerte. Quizás el Juicio Final no consista en que Jesús rechace a los malos,
sino en que les ofrecerá el perdón y algunos lo rechazarán por soberbia o por
odio.
Bueno, quizás me haya pasado tres
pueblos en mi interpretación del Juicio Final. Pero aunque no seas creyente, tú
que me lees, procura ser una buena persona relativamente decente. Creo que solo
con eso nos encontraremos de nuevo en algún lejano rinconcito del cielo.
***
Entradas relacionadas: "Evolución" y "Como imagino la creación"
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