El proceso de mimetización había
sido un éxito, pensó Axhmugg. A pesar de la enorme diferencia fisiológica que
había entre los habitantes del sistema GLK77483 y los orionitas, la cirugía estética
y algunos implantes de otras especies habían conseguido que Axhmugg fuera
prácticamente idéntico a uno de los que aparecían en las imágenes que una nave
espía no tripulada había conseguido captar por azar en el espacio exterior.
Un análisis psiónico de la zona
en la que se encontraba la nave había conseguido determinar que existía vida
inteligente en alguno de los planetas que giraban en torno a una minúscula estrella
situada a unos 7.000 kulefs/luz.
Aunque por las imágenes captadas
no parecía que los habitantes de GLK77483 tuvieran una tecnología muy avanzada,
se apreciaba que eran muy irritables y belicosos. Por ello, y antes de intentar
establecer unas posibles relaciones diplomáticas y comerciales, se había
decidido enviar a un experto en relaciones interestelares, convenientemente mimetizado
para no despertar antipatías ni sospechas, para estudiar las posibilidades que
ofrecía el mundo recién descubierto.
Cuando Axhmugg estuvo lo
suficientemente cerca del sistema GLK77483 determinó que el planeta con vida
inteligente era el tercero de los que giraban en torno a su estrella. Examinó la
enorme cantidad de ondas radiofónicas que invadían el espacio, seleccionó una
de las más potentes, y utilizó el microchip incorporado a su cerebro para
analizar y aprender el primitivo lenguaje en que se expresaba.
Una vez cerca del planeta, giró a
su alrededor y decidió posar su nave en una zona escasamente habitada para
minimizar los posibles riesgos. Analizó el aire del planeta descubriendo que,
aunque con un exceso de dióxido de carbono, era perfectamente respirable.
Salió de la nave y contempló
admirado el paisaje, distinto pero al mismo tiempo parecido al de su planeta de
origen. Había tomado tierra en la falda de una montaña, y ante él se desplegaba
un bucólico valle, pletórico de verde vegetación y surcado por un rio de limpias
aguas azules.
En un punto no muy alejado, a la
orilla del río, había una rústica choza de tres pisos de altura y amplias
ventanas acristaladas. Allí, decidió, tendría su primer contacto con los
habitantes del planeta.
Se acercó a la choza, subió los
amplios escalones de piedra blanca que llevaban al porche de entrada, y
dio unos cuantos golpes con los nudillos en la puerta.
En cuanto la puerta comenzó a
abrirse dijo "Grüss Gott!" con la tonalidad justa que había aprendido,
pero no pudo decir nada más, sorprendido por la apariencia del personaje que le
había abierto la puerta: Era idéntico a un niño orionita.
El niño también lo miró
sorprendido, pero tras unos momentos de
indecisión corrió hacia el interior de la choza gritando alborozado "Mamá,
mamá,... ¡Ha venido el pato Donald!"
Jaja final con chispa. Te iba a comentar que sabes crear inicios con los que quedarse prendado, leyendo cada palabra para no quedarse perdido entre tanto "in media res"
ResponderEliminar"A pesar de la enorme diferencia fisiológica que había entre los habitantes del sistema GLK77483 y los orionitas, la cirugía estética y algunos implantes de otras especies habían conseguido que Axhmugg"
Pero, además, tienes buen don para hacer un giro al final. Interesnte.