Cuando el espermatozoide se incrusta en el óvulo, su mitocondria, que se encuentra en el rabo, no llega normalmente a entrar en el óvulo. Por tanto, básicamente, las mitocondrias se heredan por línea materna, y el ADN mitocondrial se transmite de madres a hijos sin recombinarse, como sí ocurre con el ADN normal, que en los hijos es una mezcla de trozos de los ADN maternos y paternos. Esto implica que las únicas variaciones posibles del ADN mitocondrial se deben a mutaciones que han tenido lugar a lo largo de los años. Concretamente, parece que, por término medio, se produce una mutación cada 10.000 años.
Si una mujer tiene una mutación en su ADNm, esa mutación será heredada por sus descendientes, con probabilidad prácticamnte nula de que esa misma mutación ocurra en otro lugar. Esto permite, comparando ADNs mitocondriales, sacar conclusiones como, por ejemplo, que todos los europeos descendemos de siete mujeres (las siete hijas de Eva), o que todos los humanos actuales descienden de una sola mujer, la llamada Eva mitocondrial, que vivió hace hace unos 150.000 o 200.000 años en Africa.
Por otra parte, los especímenes masculinos tienen un cromosa Y, que cada cual hereda de su padre. Y también aquí las únicas variaciones posibles son las debidas a mutaciones. De forma análoga a como llegan a la Eva mitocondrial, los genetistas llegan a la conclusión, a través de la comparación de cromosomas Y, a que todos los hombres actuales descendemos de uno solo, el Adán cromosomico, que también vivió en Africa, pero “solo” hace unos 70.000 años.
Aquí parece haber una contradicción. ¿Cómo es posible que todos descendamos de una sola mujer que vivió hace más de 150.000 años y de un solo hombre que vivió hace unos 70.000? La explicación que parece más lógica es la dada en 1998 por el americano Stanley H. Ambrose sobre los cuellos de botella de la población humana y, en concreto, por la teoría de la catástrofe de Toba.
En los últimos tres a seis millones de años, tras la separación de los linajes de humanos y simios del tronco común de homínidos, la línea humana se ramificó en varias especies. La teoría catastrófica de Toba establece que una inmensa erupción volcánica cambió el curso de la historia al producir la casi extinción de la población humana. (Este tipo de eventos se denomina «cuello de botella de población»). Hace entre 70.000 y 75.000 años, el supervolcán del lago Toba, en el norte de la isla indonesia de Sumatra, explotó como una caldera con una fuerza 3000 veces superior a la erupción del monte Santa Helena, dejando como rastro el actual lago Toba (el lago volcánico más grande del mundo, de 100 km × 30 km y 505 m de profundidad). Se han encontrado restos de esta explosión hasta en lugares remotos como India.
Según Ambrose, esto provocó una caída de la media de las temperaturas de unos 3 a 3,5 °C, con un invierno volcánico global que pudo durar entre 6 y 7 años. En las regiones templadas produjo una disminución de las temperaturas globales de 15 °C de promedio, lo que representa un cambio drástico en el ambiente, que debió producir múltiples cuellos de botella de población en varias especies humanas que debían existir en la época. Este cambio aceleró a su vez la diferenciación de las poblaciones humanas aisladas, conduciendo finalmente a la extinción de todas las especies humanas menos una, de la cual descienden los humanos actuales.
Esto encaja bastante bien, incluso en fecha, con el Adán cromosomático. Puede suponerse que el cuello de botella fue tan drástico que, de todas las especies humanas, solo sobrevivió una familia: un padre con sus hijos (idéntico cromosoma Y), las esposas de estos (con distintos ADNs mitocondriales, pero todas descendientes por línea materna de la misma Eva) y sus hijos.
En la Wikipedia (que es de donde he sacado toda esta información, los dos útimos párrafos son literales) se da un paso más, sugiriendo que el Adán cromosomático pudo ser Noé, que se embarcó en el arca con sus tres hijos (todos varones) y las esposas de estos. Suena bonito, pero no parece muy lógico que un “invierno volcánico” tenga como consecuencia un Diluvio Universal. El diluvio de Noé fue también posiblemente un “cuello de botella”, pero regional, aunque para los que lo sufrieron pareciera universal.
En cuanto a la Eva mitocondrial y el Adán cromosomático, la Wikipedia afirma que no son los del libro del Génesis, entre otras cosas porque en su época, y en épocas anteriores, ya existían distintas especies de hombres (que fueron extinguiéndose por causas naturales, incluidos los cuellos de botella poblacionales). No obstante, confirman el mensaje bíblico de que todos somos hermanos.
Cara al futuro podemos preguntarnos si es todavía posible un nuevo cuello de botella. La respuesta es evidentemente que sí: Puede haber una pandemia que casi extermine a la humanidad (o sin casi), una guerra nuclear descontrolada, una erupción volcánica peor que la de Toba, la colisión con un gran meteorito (uno acabó con los dinosaurios, ¿por qué no con nosotros?)…
El Diluvio Universal es probable que ocurriese al fin de la última glaciación (hace unos 10,000-15,000 años), cuando el hielo se derritió masivamente y aumentó el nivel de los mares. Sí, sería romántico pensar que el Adán cromosomático (no entiendo cómo pueden rastrearlo) proviniera de los tiempos del diluvio, pero el simple hecho de poder rastrar a la mujer de la que descendemos ya me parece grandioso.
ResponderEliminarY, claro, un nuevo cuello de botella podría ocurrir, ahí tenemos al supervolcán de Yellowstone, que puede hacer erupción cuando menos lo esperemos, u otros peligros análogos.