- Dijo Nuestro Señor "Si tu hermano llega a pecar, ve y
repréndele a solas. Si te escucha, habrás
ganado a tu hermano".
Fray Lorenzo inclinó la cabeza y
guardó silencio, esperando que Fray Justo continuara hablando. Paseaban por el
claustro rodeados por un silencio que el murmullo de la fuente del jardín, más
que interrumpir, incrementaba.
- Lo he hablado con Fray
Bernardino, nuestro Prior, y está de acuerdo en que, aunque no haya aún pecado,
la tentación está rondando.
Un jilguero silbó un par de notas
sobre uno de los naranjos del jardín.
- Los hermosos frescos que habéis realizado en este claustro
sobre la vida de Nuestra Señora, el de las bodas de Caná del refectorio y,
sobre todo, el impresionante Crucificado del altar mayor, muestran bien a las
claras vuestra piedad, pero muestran también vuestra maestría, y tememos que el
demonio os haga caer en la tentación llenando de soberbia vuestros pensamientos.
- Mucho os agradezco, fray Justo,
vuestras palabras, y no he de negar que a veces me asalta la tentación, pero
solo tengo que recordar las obras de otros pintores que me precedieron: el
Masaccio, Filippo Lippi, Fray Angélico... para darme cuenta de que a su lado
solo soy un pobre aprendiz que aún tiene mucho que aprender.
- ¿Y no creéis, fray Lorenzo, que,
para evitar la tentación de intentar superarlos, lo mejor sería que dejarais de
pintar?
- Quizás tengáis razón, hermano,
y lo mejor será que el último que pinte sea el fresco que estoy pintando.
- Lo he hablado con fray
Bernardino, y ambos creemos que, aunque os dio su permiso para pintar una anunciación
en vuestra celda, lo mejor es que la borréis cubriéndola con una capa de cal.
Algo se encogió en el pecho de
fray Lorenzo. Por unos momentos la fuente del jardín dejó de fluir.
- Solo me falta pintar el rostro
de San Gabriel. ¿Puedo...?
- No podéis. Hoy mismo debéis
taparla.
- Gracias, hermano. Así lo haré.
***
- ¡Nunca os creí capaz de romper
vuestro voto de obediencia! - gritó fray Bernardino al comprobar que el fresco
seguía intacto en la celda de fray Lorenzo - Y menos aún que pretendáis
engañarnos con tan burda patraña. Habéis encalado todas las paredes de vuestra
celda, salvo el fresco ¿y pretendéis que crea que anoche lo cubristeis a pesar
de que ha amanecido intacto? ¿Acaso la Virgen ha obrado un milagro? ¿O es que
el diablo nubló vuestra vista y os hizo creer que obedecíais mientras hacíais
justo lo contrario?... Lo que nubló vuestra conciencia fue sin duda vuestra
enorme soberbia. Fray Justo, con una afilada espátula, arrancará de la pared
trozo a trozo la prueba de vuestro pecado mientras frente a él, de rodillas, os
disciplinaréis con treinta latigazos en penitencia.
***
Treinta años después murió fray
Lorenzo sin haber vuelto a pintar. También murió poco después fray Bernardino,
y fray Justo ocupó como prior su lugar. Otros monjes murieron, y otros nuevos
los sustituyeron.
Cuando entró el hermano Felipe en
el convento, le asignaron la celda que antes había sido de fray Lorenzo, y, a la
mañana siguiente, pidió hablar con fray Justo.
- Reverendo Padre, como sabéis,
antes de entrar en vuestra congregación trabajé durante años en el taller de un
conocido pintor. Esto me ha dado una cierta soltura en el manejo de los
pinceles y conozco bien la técnica del fresco. Por eso me permito solicitar
vuestro permiso para pintar la cara del arcángel San Gabriel y completar el
maravilloso fresco que decora la celda que, sin merecerlo, me habéis asignado.
Me ha encantado!
ResponderEliminar