sábado, 5 de julio de 2014

Como ser santo

La manera más sencilla de llegar a ser santo es que venga un tío con un pistolón y te diga que  abjures. Tú dices "No abjuro", o "¡Viva Cristo Rey!" o algo por el estilo; el tío te descerraja un tiro, y ya eres santo. 


Naturalmente se trata de que el tío venga solo con el pistolón, porque si trae también unos alicates y se dedica a arrancarte las uñas o a hacerte alguna otra delicadeza de las que es capaz de imaginar la mente humana, la cosa no resulta tan sencilla. Yo, al menos, creo que abjuraría. Luego lloraría, como San Pedro, por haber negado a Cristo; pero abjuraría.

Claro que aunque solo viniera con el pistolón, igual me voy por las patas abajo y también abjuro. Me temo que no tengo madera de mártir.

De hecho creo que no tengo madera de santo. Al menos no de santo con aspiración a sentarme a la derecha de Cristo, como los hijos de Zebedeo. Lo cual no quiere decir que no aspire a ir al cielo cuando muera. Pero me daría por más que satisfecho con un rinconcito pequeño, en el lugar más alejado, desde el que poder contemplar la inmensidad de Dios.

Creo que soy una buena persona, relativamente decente, pero me temo que eso no es mérito suficiente para merecer ese rinconcito.

Claro que, como enseña la Iglesia, no son nuestros méritos los que nos hacen merecer el cielo, sino el sacrificio de Cristo, que derramó su sangre para el perdón de los pecados de todos los hombres. Y ¿va a permitir Dios que una sola gota de su sangre se derrame inútilmente?

Cuentan los Evangelios que Jesús dijo que el único pecado que no será perdonado es el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en negarse a aceptar el perdón de Dios, siendo perfectamente consciente de que quién me lo ofrece es Dios. Pero si yo, durante una temporada, me niego a aceptarlo y luego me arrepiento ¿no me daría el perdón? Claro que sí. Creo que las palabras de Cristo se refieren al momento de la muerte. Quizás el Juicio Final no consista en que Jesús rechace a los malos, sino en que les ofrecerá el perdón y algunos lo rechazarán por soberbia o por odio. 
   
Bueno, quizás me haya pasado tres pueblos en mi interpretación del Juicio Final. Pero aunque no seas creyente, tú que me lees, procura ser una buena persona relativamente decente. Creo que solo con eso nos encontraremos de nuevo en algún lejano rinconcito del cielo.


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1 comentario:

  1. Curiosa interpretación del Juicio Final. Aunque, a decir verdad, lo que más me ha gustado y enganchado del relato, es esa reflexión mezclada con humor negro del principio

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