La manera más sencilla de llegar
a ser santo es que venga un tío con un pistolón y te diga que abjures. Tú dices "No abjuro", o
"¡Viva Cristo Rey!" o algo por el estilo; el tío te descerraja un
tiro, y ya eres santo.
Naturalmente se trata de que el
tío venga solo con el pistolón, porque si trae también unos alicates y se
dedica a arrancarte las uñas o a hacerte alguna otra delicadeza de las que es
capaz de imaginar la mente humana, la cosa no resulta tan sencilla. Yo, al
menos, creo que abjuraría. Luego lloraría, como San Pedro, por haber negado a
Cristo; pero abjuraría.
Claro que aunque solo viniera con
el pistolón, igual me voy por las patas abajo y también abjuro. Me temo que no
tengo madera de mártir.
De hecho creo que no tengo madera
de santo. Al menos no de santo con aspiración a sentarme a la derecha de
Cristo, como los hijos de Zebedeo. Lo cual no quiere decir que no aspire a ir
al cielo cuando muera. Pero me daría por más que satisfecho con un rinconcito pequeño,
en el lugar más alejado, desde el que poder contemplar la inmensidad de Dios.
Creo que soy una buena persona,
relativamente decente, pero me temo que eso no es mérito suficiente para
merecer ese rinconcito.
Claro que, como enseña la Iglesia,
no son nuestros méritos los que nos hacen merecer el cielo, sino el sacrificio
de Cristo, que derramó su sangre para el perdón de los pecados de todos los
hombres. Y ¿va a permitir Dios que una sola gota de su sangre se derrame
inútilmente?
Cuentan los Evangelios que Jesús
dijo que el único pecado que no será perdonado es el pecado contra el Espíritu
Santo, que consiste en negarse a aceptar el perdón de Dios, siendo
perfectamente consciente de que quién me lo ofrece es Dios. Pero si yo, durante
una temporada, me niego a aceptarlo y luego me arrepiento ¿no me daría el
perdón? Claro que sí. Creo que las palabras de Cristo se refieren al momento de
la muerte. Quizás el Juicio Final no consista en que Jesús rechace a los malos,
sino en que les ofrecerá el perdón y algunos lo rechazarán por soberbia o por
odio.
Bueno, quizás me haya pasado tres
pueblos en mi interpretación del Juicio Final. Pero aunque no seas creyente, tú
que me lees, procura ser una buena persona relativamente decente. Creo que solo
con eso nos encontraremos de nuevo en algún lejano rinconcito del cielo.
***
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Curiosa interpretación del Juicio Final. Aunque, a decir verdad, lo que más me ha gustado y enganchado del relato, es esa reflexión mezclada con humor negro del principio
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