Armando:
Escribo esta carta unas tres horas antes de mi muerte, que
ocurrirá hoy, 12 de Enero de 2074 a las 8´20 de la tarde aproximadamente,
cuando tú, el 15 de Mayo de 2017 a las 10´45, dando una vuelta por el jardín, vistes
una luz rojiza en la ventana del cuarto de estar. En ese momento se produjo un
plegamiento en el tiempo y dos fechas distintas coincidieron en una parte de la
fachada de la casa, incluida la ventana. La razón de mi muerte es que el
tiempo, aunque no fluye tan linealmente como parece, no admite paradojas. Y
hubiera sido una paradoja que tú y yo estuviéramos vivos en el mismo instante,
porque es imposible que una misma persona, tú y yo, ocupe dos cuerpos a la vez.
Cómo sé que te costará creer que tú y yo seamos la misma
persona, te voy a contar lo que acabas de hacer, que recuerdo tan vívidamente
cómo si me hubiera ocurrido ayer:
Te casas con Rocío dentro de tres días. Has comprado, con
algo de ayuda de papá, este chalet para vivir con ella. Hoy has venido por aquí
para comprobar, una vez más, que todo está en orden, y, antes de volver a
Madrid, te has dado una vuelta por el jardín. Es entonces cuando has visto un
resplandor rojizo en el cuarto de estar y, acertadamente, has pensado que la
chimenea estaba encendida a pesar de que aún no habías ni siquiera puesto leña
en ella. Has entrado en la casa y subido al cuarto de estar. Cómo no has visto
nada anormal, has vuelto a salir y a mirar hacia la ventana. La luz rojiza seguía
allí. Has sacado del garaje la escalera
plegable y, apoyándola en la fachada, te has encaramado hasta la ventana. Has
visto desde allí que efectivamente la chimenea estaba encendida, por lo que has
abierto la ventana, que estaba simplemente entornada y has entrado en el cuarto
de estar, donde me has encontrado muerto en un sillón con esta carta en la mano.
Mira la fecha del periódico que está sobre la mesa, y la
hora que marca el reloj de la chimenea.
Y vete por dónde has venido antes de que llegue la ambulancia y la
familia. Llevo un sensor que ya les ha avisado de mi muerte.
No sé si debería, en este momento, darte algún consejo para
que evites los problemas y disgustos a los que te enfrentarás en el futuro,
pero no lo haré porque, cómo te he dicho, el tiempo no admite paradojas y lo que ha ocurrido no puede dejar de ocurrir,
ni ocurrir de otra manera. En todo caso, sabe que esos problemas y disgustos no
son nada, comparados con los momentos de felicidad que vas a vivir. También
quiero que sepas que muero en paz con Dios. O al menos eso creo. Alguna ventaja
tenía que tener el saber la fecha y la hora.
Armando Cifuentes Gómez
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