La intensa lluvia apenas si
permitía vislumbrar la carretera, pero Carlos conocía perfectamente el camino.
Rodeó la rotonda en la que se unía la desviación para ir a Manzanares y se
dirigió hacia Soto. Bajaba por la cuesta, a la altura de la pista de carting,
cuando un rayo cayó sobre la señal de tráfico que cerca de la curva, un poco
más adelante, prohibía pasarla a más de setenta por hora. Carlos, deslumbrado, pisó
el freno y paró justo al lado de señal. Tardó unos segundos en recuperar la
visión. La señal de tráfico parecía intacta y, sorprendentemente, había dejado
de llover, aunque de vez en cuando un relámpago iluminaba los negros nubarrones.
Arrancó el coche, tomó la curva a
setenta, y bajó luego la velocidad para pasar suavemente sobre el badén de la
entrada del pueblo. Aceleró un poco,
pero se contuvo al ver el cartel que prohibía pasar de cuarenta, con la
amenaza de "a más velocidad, semáforo cerrado".
¿Cuarenta?, pensó Carlos, ¿no era
ya bastante molesto tener que ir a cincuenta, que es lo que ponía hasta ayer?
Se puso a cuarenta hasta pasar el
semáforo, acelerando un poco a continuación, y, después de sortear cuatro
rotondas y saltar cinco badenes... el quinto le pilló por sorpresa: debían haberlo puesto ese mismo día... aparcó junto a
la verja de su jardín.
Entró. Sacó la llave de la puerta
de la casa e intentó meterla en la cerradura. Miró las llaves, para comprobar
que había escogido la correcta, y volvió a intentar abrir la puerta.
- ¿Quién está ahí? - dijo
Angelines desde dentro.
- Soy yo, cariño. No consigo
meter la llave en la cerradura.
Angelines abrió la puerta y le
preguntó, mientras se daban un rápido beso:
- ¿Qué tal te ha ido por Córdoba?
- Bien, bien... pero no he ido a Córdoba. La cooperativa está
en Jaén.
En ese momento se abrió la puerta
que daba a la zona de dormitorios y
apareció una niña rubia de seis años de edad.
- Hola, papá.
Carlos miró a la niña sorprendido
y preguntó a su mujer:
- ¿Quién es esta niña? ¿Donde
está Luisito?
Angelines miró fijamente a Carlos
y le dijo a la niña:
- Vete a tu cuarto, Rosa.
Pero la niña no se movió, mirando
perpleja a sus padres.
- ¿Quién es Usted? - preguntó
Angelines angustiada - Usted no es mi marido.
***
No llovía, pero el cielo estaba
cubierto de negros nubarrones, iluminados de vea en cuando por los relámpagos. Carlos
rodeó la rotonda en la que se unía la desviación para ir a Manzanares y se
dirigió hacia Soto. Bajaba por la cuesta, a la altura de la pista de carting,
cuando un rayo cayó sobre la señal de tráfico que cerca de la curva, un poco
más adelante, prohibía pasarla a más de setenta por hora. Carlos, deslumbrado, pisó
el freno y paró justo al lado de señal. Tardó unos segundos en recuperar la
visión. La señal de tráfico parecía intacta y, repentinamente, comenzó a llover
a cántaros.
Arrancó el coche, tomó la curva a
setenta, y bajó luego la velocidad para pasar suavemente sobre el badén de la
entrada del pueblo. Aceleró un poco,
pero se contuvo al ver el cartel que prohibía pasar de cincuenta, con la
amenaza de "a más velocidad, semáforo cerrado".
¿Cincuenta?, pensó Carlos. Bueno
cuarenta o cincuenta ¿qué más da? Prácticamente es igual de molesto.
Se puso a cincuenta hasta pasar
el semáforo, acelerando un poco a continuación, y, después de sortear cuatro
rotondas y saltar cuatro badenes... el quinto no lo notó... aparcó junto a
la verja de su jardín.
Entró. Sacó la llave de la puerta
de la casa e intentó meterla en la cerradura. Miró las llaves, para comprobar
que había escogido la correcta, y volvió a intentar abrir la puerta.
- ¿Quién está ahí? - dijo
Angelines desde dentro.
- Soy yo, cariño. No consigo
meter la llave en la cerradura.
Angelines abrió la puerta y le
preguntó, mientras se daban un rápido beso:
- ¿Qué tal te ha ido por Jaén?
- Bien, bien... pero no he ido a Jaén. La cooperativa está en
Córdoba.
En ese momento se abrió la puerta
que daba a la zona de dormitorios y
apareció un niño moreno de seis años de edad.
- Hola, papá.
Carlos miró al niño sorprendido y
preguntó a su mujer:
- ¿Quién es este niño? ¿Donde
está Rosita?
Angelines miró fijamente a Carlos
y le dijo al niño:
- Vete a tu cuarto, Luis.
Pero el niño no se movió, mirando
perplejo a sus padres.
- ¿Quién es Usted? - preguntó
Angelines angustiada - Usted no es mi marido.
Me quedo con el segundo Carlos jaja Siendo de donde soy. Constantes y variables, me gusta.
ResponderEliminarYa que he terminado el máster, intentaré volver de vez en cuando a la blogosfera ;)