Mientras terminaba mis estudios
de Matemáticas en Barcelona, mis padres se trasladaron de Sevilla a Madrid, por
lo que, al acabarlos, pensé en hacer el doctorado en la Universidad
Complutense.
Contacté con varios catedráticos de
la universidad madrileña, pero ninguno parecía muy interesado en dirigir una
tesis doctoral, quizás porque mi expediente académico, sin ser malo, tampoco
era muy brillante. Uno de ellos, el Padre Botella, me sugirió que, dado que mis
mejores notas las había obtenido en las asignaturas de física, me apuntara a un
curso de iniciación a la ingeniería nuclear (ahora diríamos un "master") que había
organizado la Junta de Energía Nuclear.
Fue así como terminé pasando el
curso 1968-69 en las dependencias de la J.E.N., situadas al final de la Ciudad
Universitaria, pasada la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones, y
obteniendo este diploma:
Pero más que el diploma en sí, lo importante para mí fue que la Junta había decidido
comprar un ordenador digital (el primero que funcionó en España) y me contrató
para formar parte del equipo que, dirigido por el Doctor Iglesias, lo puso en
marcha.
Esos son los pequeños detalles que hacen historia (laboral). Dentro de nada (este es mi último año de grado), esas casualidades salpicarán también mi vida.
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