viernes, 5 de septiembre de 2014

Amar otra vez

Gunter Pfeiffer y Gunter Pfeiffer destaparon la pequeña urna y depositaron las cenizas de su amada Elisabeth en el fondo del hoyo que habían cavado. Sacaron de su maceta el cepellón de un joven ciprés de metro y medio de altura y lo colocaron sobre las cenizas, rellenando a continuación el espacio sobrante con la tierra que habían sacado del hoyo. Luego, en silencio, volvieron a la casa y se sentaron en el porche, desde donde se veía todo el jardín con el ciprés al fondo.

Media hora más tarde Gunter Pfeiffer miró a Gunter Pfeiffer y le preguntó si los cuarenta años adicionales vividos junto a Elisabeth conseguían aminorar la sensación de vacío que dejaba su muerte, a lo que Gunter Pfeiffer contestó que no solo no había disminuido, sino que incluso lo embargaba con más intensidad. Al fin y al cabo, tú volverás a vivir cuarenta años junto a ella, añadió, mientras que yo ya la he perdido para siempre.

¿Y por qué en vez de volver yo solo no volvemos juntos los dos?, insinuó Gunter Pfeiffer. No funcionaría, contestó el otro, si hubiera funcionado habríamos sido tres todos estos años; en todo caso guardo para mi vejez los recuerdos de ochenta años felices. Luego sonrió y dijo: ¿Te acuerdas del trabajo que me costó convencerte de que tú y yo éramos la misma persona?... Y eso que al volver cuarenta años atrás también mis células rejuvenecieron cuarenta años y éramos idénticos...

Es cierto, más del que nos costó convencer a Elisabeth, contestó Gunter Pfeiffer.

Luego volvió de nuevo el silencio, hasta que Gunter Pfeiffer decidió que había llegado la hora de volver al pasado. 

  

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