Este es el tercer fragmento, traducido por el Profesor
Papadopoulos, de los papiros encontrados en Schimatari:
Nuestros antepasados no sospechaban que
hubiese relación entre el acto sexual y el parto. Naturalmente, fueron las
mujeres las primeras en descubrirlo, pero guardaron por mucho tiempo el
secreto: Se suponía que eran los espíritus de los antepasados los que las
hacían fecundas. O los ríos, o un árbol, o una roca... quizás una ráfaga de
aire o un pájaro totémico.
El hombre era algo útil para el
trabajo, para la guerra... y para el amor. Pero las funciones importantes,
religiosas y civiles, eran desempeñadas por aquellas de quienes dependía la más
importante de todas: la procreación.
Es por tanto lógico que se supusiera
sexo femenino a quién creó todo el universo, entronizándose como divinidad a
“La Gran Madre”, fértil en grano, frutos y caza.
Se erigieron templos en toda la Hélade
dedicados a ella, pero se cometió un error: se le asignaron distintas
advocaciones: aquí se la llamó Demeter, diosa del grano, allí Hécate, la bruja,
más allá Perséfone, reina del inframundo, Hestia, la diosa virgen,… Y pronto se convirtieron en diosas rivales.
Por otra parte, llegó un día en que, o
por una indiscreción, o porque los hombres también aprendieron a contar, fue de
conocimiento público que diez lunas era el periodo entre la siembra y la
recolección, y pronto se preguntaron quién fecundaba a las diosas. Y nacieron
los dioses, en competencia con ellas: Ades, Cronos, Urano… Porque aunque el
pueblo crea que los actos de los hombres están determinados por los deseos de
los dioses, que son, respecto a ellos, omnipotentes, lo cierto es exactamente
lo contrario, ya que son los dioses fiel reflejo de las ideas y las costumbres
de los hombres.
No es que los dioses no existan. Pero
es como si diésemos nombres a las olas del mar, sin darle al mar ningún nombre. Es también como si fuera una piedra preciosa tallada en mil
facetas, de las que el hombre puede iluminar a su conveniencia las que más le
interesen. Ese mar y esa gema no son ni macho, ni hembra. O quizás sean las dos
cosas al mismo tiempo. No son ni uno, ni múltiple. O quizás reúna en sí los dos
aspectos, igual que reúne todas las virtudes y todos los defectos; la máxima
belleza y la fealdad extrema; la alegría y el desconsuelo; la esperanza y el
terror. Divino Caos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario