El dios Tonacatecuhtli y su esposa Tonacacíhuatl tuvieron cuatro
hijos: Tezcatlipoca rojo, que nació todo colorado; Tezcatlipoca negro, que
nació negro, sabía todos los pensamientos y conocía todos los corazones; Quetzalcóatl,
también llamado “Noche y Viento”; y Huitzilopochtli, llamado “Culebra con dos Cabezas” y “Señor del
Hueso”, porque nació sin carne, solo con huesos, y estuvo así seiscientos años,
en los que no hicieron cosa alguna los dioses.
Pasados seiscientos años, se reunieron los cuatro hermanos y
encargaron a los dos pequeños que hicieran el fuego. Luego hicieron medio sol,
que por no estar entero relumbraba poco. Luego hicieron un hombre y una mujer,
Oxomoco y Cipactónal. A él le mandaron
labrar la tierra, y a ella que hilase y tejiese. A ella le dieron también
ciertos granos de maíz para que con ellos curase y usase en adivinanzas y
hechicerías, como así lo acostumbran a hacer hoy en día.
Hicieron los días y los dividieron en meses de veinte días. Hicieron
al Señor y la Señora del Inframundo. Hicieron los cielos, empezando por el
trece. Hicieron las aguas y criaron en ellas un pez grande, a modo de caimán,
del cual hicieron la tierra.
Otros dicen que bajaron del cielo a una diosa, que tenía las articulaciones
llenas de ojos y bocas, con las que mordía como una bestia salvaje. Ella
caminaba sobre las aguas, pero Quetzalcóatl y Tezcatlipoca se convirtieron en
grandes serpientes y, agarrándola uno de la mano derecha y del pie
izquierdo y el otro de la mano izquierda
y el pie derecho tiraron tanto de ella que se rompió, haciendo con parte de
ella la tierra.
Los otros dioses se enfadaron, y descendieron del cielo para
consolarla, ordenando que de ella salieran todos los frutos necesarios para la
vida de los hombres. Hicieron de sus cabellos árboles, flores y hierbas, y de
su piel las hierbas muy pequeñas y pequeñas flores. De los ojos hicieron pozos,
fuentes y pequeñas cavernas. De las bocas, ríos y grandes cavernas: De los
hombros, montañas: y de los agujeros de la nariz, valles. (Esto recuerda la creación china en el mito de Pangú)
Esta diosa lloraba a veces por la noche, porque quería comer corazones
humanos, y no se callaba hasta que se los daban, y no daba frutos si no la
rociaban primero con sangre humana. (excelente excusa para los sacrificios humanos, a los que eran tan aficionados los aztecas y otros pueblos americanos)
Los cuatro dioses vieron entonces que el medio
sol que habían creado alumbraba poco, por lo que crearon el otro medio,
haciéndose sol el propio Tezcatlipoca.
El sol que fue Tezcatlipoca no fue el primero
de los soles que crearon los dioses. Fue el sexto.
Con el primer sol, “sol del agua”, todo se lo
llevó el agua; todo desapareció, y las gentes se volvieron peces.
Cuando
el segundo sol, “sol del tigre”, se hundió el cielo, vivieron gigantes, y el
que se caía, caía para siempre.
Cuando el tercer sol, “sol de lluvia”, llovió fuego y murieron
todos los moradores. También llovieron las piedrezuelas que aún vemos.
El
viento se lo llevó todo cuando el cuarto sol, “sol del viento”, y los hombres
se volvieron monos y fueron esparcidos por los bosques.
El quinto sol, “sol del movimiento”, se movió
caminando. En este habrá (¿futuro?) terremotos y hambre general, con que hemos
de perecer.
Cuando Tezcatlipoca se hizo sol se criaron gigantes, con tantas
fuerzas que arrancaban los árboles con las manos. No comían más que bellotas de
encina.
Queztalcoatl le dio un bastonazo a Tezcatlipoca, que cayó al agua, se
convirtió en tigre, y se comió a los gigantes. Quedó Quetzalcoatl como
sol. Con este sol los hombres se
alimentaban solo de piñones.
Pero Tezcatlipoca derribó a Quetzalcoatl de una coz, y paso a ser
Tláloc el nuevo sol .
A Tláloc le sucedió como sol su mujer, Chalchiutlicue. Llovió tanto
que se cayeron los cielos y las aguas se llevaron a todos los hombres que
había, que se convirtieron en peces. (también el primer sol produjo un "diluvio universal")
Hicieron entonces los dioses cuatro caminos para entrar en la tierra,
crearon cuatro hombres para que les ayudaran y se convirtieron Tezcatlipoca y
Queztalcoatl en árboles enormes que, al
crecer, volvieron a levantar el cielo. Y
una vez levantado el cielo caminaban por él, haciendo el camino que aparece en
el cielo (¿la vía láctea?).
Después de levantar el cielo, hizo
Tezcatlipoca una fiesta en honor de los dioses y sacó lumbre de unos
palos. Esa fue la primera vez que se
hizo fuego con unos palos que tienen corazón, y la fiesta consistió en hacer
muchos y grandes fuegos.
Después de haber levantado el cielo, dijeron los dioses : “¿Quiénes
habitarán la tierra?”. Fue entonces
Quetzalcoatl al inframundo y pidió al señor y la señora de los muertos los
preciosos huesos de los que habían sido sacrificados. El señor del inframundo
le preguntó: “¿Qué harás con ellos?”, y él contestó “Los dioses tratan de hacer
con ellos quien habite sobre la tierra”.
“Sea en buena hora”, dijo el dios de los muertos, “Haz sonar mi
caracola y lleva los huesos cuatro veces alrededor de mi asiento de piedras
preciosas”.
Pero Quetzalcoatl no usó la caracola, sino que llamó a los gusanos,
que hicieron agujeros en el hueso, y entraron por ellos las abejas y lo
hicieron sonar.
Al oírlo, se enfadó el dios de los muertos y ordenó a sus mensajeros
que dijeran a Quetzalcoatl que volviera a dejarlos, pero él contestó: “No, me
los llevo para siempre”.
Tras algún tropiezo, llevó Quetzalcoatl los huesos a la diosa
Cihuacóatl-Quilaztli, que los molió. Quetzalcoatl sangró su miembro sobre
ellos, y todos los dioses hicieron penitencia, sangrando sobre ellos, por lo
que después nacieron los hombres.
Otra vez dijeron los dioses: “¿Qué comerán los hombres?”.
Cuando la hormiga roja fue a recoger maíz desgranado del cerro de la
subsistencia, Quetzalcoatl se convirtió en hormiga negra y la acompañó,
llevando los granos a los dioses, que los masticaron y lo pusieron en las boca
de los hombres para robustecerlos.
Luego Nanáhuatl “el buboso” despedazó el cerro con un rayo, y los
dioses de la lluvia arrebataron el alimento: el maíz blanco, el negro, el
amarillo, el frijol, los bledos, la chía, huautli… todo el alimento fue
arrebatado y entregado a los hombres.
Y dijeron los dioses: “Los hombres siempre estarán tristes si no
hacemos algo para alegrarlos y para que tengan placer de vivir y nos alaben,
canten y bailen”. Y también aquí fue Quetzalcoatl el que consiguió hacer, con
los huesos de una diosa, una planta llamada metl (ágave) de la que los indios
hacen el vino que beben y con el que se emborrachan.
Este texto está extractado del libro “Mitos y leyendas de los aztecas,
incas, mayas y muiscas” de Walter Krickeberg, editado por el Fondo de Cultura
Económica.
Hermosa esta historia, todas las mitologías tienen mucho en común, cada una con sus variantes y adecuadas a su cultura y a su hábitat particular..., la miel de ágave,se conoce poco y es una maravilla, tiene propiedades de naturales antibacterianas y fortalece la flora intestinal.
ResponderEliminarBesos, amigo Floren, un gusto pasar por tu espacio, siempre se aprende