Por supuesto,
me estoy refiriendo a Dios.
Tanto para los
científicos ateos, como Hawking, como para los teólogos santos, como San
Agustín, al crearse el universo (sin o con Dios) se creó el tiempo (ver “la creación del tiempo”). Por tanto, antes de la gran explosión que lo originó, el
tiempo no existía. De donde se deduce que Dios (si existe, como creo) existe
fuera del tiempo. Es lo que llamamos “eternidad”, el no-tiempo.
La mayor parte
de los que creen en Dios piensan (o hemos pensado) que después de estar solo
una eternidad, decidió en un determinado momento crear el universo, y que luego pasa el tiempo observándolo para premiar al final a los justos y
castigar a los malvados. El problema es que
palabras como “después”, “determinado momento” o “pasar el tiempo” no
son aplicables a Dios, aunque nos sirvan para entenderlo.
Para los
cristianos solo hay un Dios, pero con tres “personas”. Algo así como un
triángulo, que es solo uno y tiene tres lados, solo que un lado no es el
triángulo, mientras que cada persona si es Dios.
Dios se
contempla a si mismo. La persona que contempla es el “Padre”. La persona
contemplada es el “Hijo”. Y el amor entre ambos es el “Espiritu Santo”. Esto, por supuesto, es una manera de hablar,
porque difícilmente podemos comprender como es Dios, pero pone de manifiesto lo
que los cristianos consideramos su principal característica: Dios es Amor.
Al igual que
el amor entre un hombre y una mujer les induce a tener hijos a quienes amar y
por quienes ser amados, el amor de Dios le induce a crear unas criaturas a las
que amar y por quienes ser amado. Podría crear unos seres que, por su naturaleza,
no tuviesen más remedio que amarle, pero eso no sería muy satisfactorio. Prefiere crearlas en un contexto que les permita elegir entre amar o no amar. Porque para
que haya verdadero amor tiene que haber libertad para no amar.
Según Penrose
(ver “Penrose y la aguja del creador”) parece que solo hubiera un universo en el que
sería posible la vida, y por tanto, el amor. Pero no veo por que no podría
haber otros, similares o distintos al nuestro. Incluso universos en los que “nuestro
tipo de vida” no sería posible, pero en los que podría ser posible otro, con
otro tipo de materia, o incluso sin materia y sin tiempo (¿los ángeles?).
Dios,
infinitamente sabio, podría analizar todas las posibilidades, seleccionar
aquellas que le parezcan más apropiadas para sus fines, incluidas posibles
intervenciones suyas que no coarten la libertad de sus criaturas y, finalmente
crear esos universos. Y todo, no como una serie de “actos” consecutivos, sino
simultáneos (para entendernos, ya que tanto “consecutivos” como “simultáneos”
implican tiempo).
¿Y como los
crea?: Normalmente imaginamos a Dios observando nuestro universo “desde fuera”.
Pero esto no debe ser así. Nuestro universo está “dentro” de Dios, como una
sola cosa, desde el big bang hasta su final (muerte térmica, big crash o lo que
sea). Y Dios no es que “observe”, es que “sabe”. Por decirlo de alguna manera,
nuestro universo (y el de los ángeles y todos los otros posibles universos) es
solo un “pensamiento” en la mente de Dios.
Hawking (ver “la creación según Hawking”) imagina que las leyes matemáticas que rigen el
universo son tan poderosas que no tienen más remedio que hacerse realidad. Esto
no es muy distinto de lo que yo imagino, la diferencia está en que para mí esas
leyes están en la mente de Dios (¿en donde si no?), y es su voluntad la que las
hace realidad.
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