No se consiguió
reproducir a los pentóculos, a pesar de que florecían con regularidad, conservándose
en la actualidad tan solo cuatro ejemplares disecados. Tres están en el Museo
de Exobiología de la Universidad Pontificia de Bahrein (Israel) y uno en el
Instituto Islámico de Astrofísica de Calatayud (Marruecos).
De un tamaño
entre quince y veinte centímetros y forma aovada, los pentóculos deben su
nombre a que tienen cinco ocelos. Cuatro
de ellos, situados en su perímetro máximo, están siempre activos y ven todo lo
que ocurre a su alrededor. El quinto, situado horizontalmente en la parte
superior, está normalmente inactivo y, cuando no lo está, ve el futuro. Tienen cuatro pares de finas patas-aguijones,
un par bajo cada ocelo, con los que se fijan sobre su huésped y, en la parte
inferior, una elástica trompa succionadora-excretora a través de la que se
alimenta y expulsa sus residuos.
Los rojos
pétalos de las flores de los pentóculos de Maarsi resultaron ser una excelente
especia de delicado sabor, y las patas, que se desprenden y reproducen con
facilidad, llegaron a ser muy apreciados
por el humo de efectos afrodisíacos que producían al consumirse lentamente
cuando se les prendía fuego por un extremo.
Los dos
científicos más relevantes que estudiaron a los pentóculos fueron el Doctor
Nikos Papadópoulos de la Universidad de Johannesburgo (Guinea) y el Doctor
Yamamoto Nishina de los Bell Laboratories en San Francisco (Federación Rusa).
De los once
piggilartos que llegaron a la Tierra como huéspedes de los pentóculos, cuatro
murieron a las pocas semanas, por lo que estos no tardaron también en
marchitarse. Dado el peligro de que los siete piggilartos restantes tampoco
pudieran resistir mucho tiempo, el interés de la comunidad científica se centró
en encontrarles un sustituto terráqueo. Y fue el Doctor Papadópoulos quién sugirió
que el huesped más adecuado podía ser el cerdo ibérico que, aunque ya no se
producía por motivos religiosos en la península original, seguía produciéndose en
abundancia en la de Corea por ser su jamón el laxante favorito del Lider del Pueblo
Kim Il Yong XXXI.
Fue también el
Doctor Papadópoulos el que decubrió la forma de traspasar los pentóculos de las
piggilartos a los cerdos. Los primeros intentos de arrancarlos de unos para
insertarlos en los otros se saldaron con la pérdida de tres pentóculos más. El sistema
ideado por el Doctor Papadópoulos consistía en atar estrechamente un cerdo al
piggilarto, de forma que tuvieran muy próximas las cabezas para así poder ir
orientando las nuevas patas, a medida que se reproducían, hacia la cabeza del
cerdo. Cuando el número de patas en la cabeza del cerdo superaba a las que
seguían en el piggilarto, los pentóculos retiraban por sí mismos la trompa
succionadora-excretora de una de las arterias carótidas que regaban el cerebro
del primer huésped para insertarla en la del segundo. El traspaso de huésped fue un éxito en
las cuatro ocasiones.
Fue sin
embargo el Doctor Yamamoto el que más a fondo estudió a los pentóculos, ya que
se arriesgó a convertirse él mismo en huésped de uno de ellos. Para esto
necesitó tener durante más de un año a un cerdo sujeto a su espalda y con la
cabeza atada a la suya mientras sus ayudantes iban dirigiendo las nuevas patas
del biota hacia su rapada cabeza. Pronto descubrió que este le comunicaba sus
impresiones a través de ellas. En concreto fue gracias a esto que descubrió
que el ocelo superior, cuando estaba activo, veía el futuro. Pero no un futuro
cualquiera, sino concretamente el que verían los otros cuatro ocelos cuando
volviera a activar el ocelo superior. El Doctor Yamamoto empezó a sospecharlo
cuando el pentóculo le comunicó la fecha exacta en que se libraría de tener la
cabeza del cerdo junto a la suya y comprobó que en esa fecha lo volvió a activar.
Cuando el
pentóculo insertó la trompa en su carótida, en la yugular, el Doctor Yamamoto
se dio cuenta de que los residuos, que este excretaba en su arteria, producían en su
cerebro un efecto depresivo temporal, pero decidió soportarlo por el bien de la ciencia.
Al activar el
ocelo superior de tarde en tarde y con periodicidad irregular, la información proporcionada
por el pentóculo no solía ser muy interesante, aunque se pudo comprobar que era
precisa. Por eso, cuando comunicó al Doctor Yamamoto que moriría un par de
meses más tarde, el 13 de agosto de ese mismo año, decidió volver a Tokio, su
ciudad natal, para despedirse de sus familiares y amigos y, al atardecer del
día 12, acompañado por varios de ellos, subió a lo alto del Fujiyama para morir
en la montaña sagrada más cerca de sus ancestros.
Pasó el día 13
sumido en una profunda meditación, pero, no habiendo abierto el pentóculo su ocelo superior, y no habiendo muerto llegadas las doce de la
noche, creyó que el pentóculo se había equivocado y que, por tanto, era falsa
la teoría de que veía el futuro, que tanta fama le había dado. Entró en una fuerte
depresión (seguramente incrementada por los residuos del pentóculo), y a la una y
diecisiete minutos salió corriendo y se precipitó por uno de los cráteres del
volcán, muriendo instantáneamente.
Eres increible!!! qué imaginación y qué bien escribes!
ResponderEliminarHay dos cosas que me gustan principalmente de este cuento: una es la descripción de los pentóculos, que me parece bien detallada y hasta podría pensar que se hizo partiendo de algo existente (últimamente me he estado interesando más por las descripciones de vida alienígena; el autor Stanley G. Weinbaum, que si no lo has leído te lo recomendaría mucho, es un buen ejemplo de la creatividad en esas descripciones); la otra es, por ejemplo, cuando escribes: "...de la Universidad de Johannesburgo (Guinea) y el Doctor Yamamoto Nishina de los Bell Laboratories en San Francisco (Federación Rusa)", eso me hizo reír, jajaja.
ResponderEliminarSaludos, Florentino!