- … prrr…
Elsa levantó la vista del libro que estaba leyendo. La televisión estaba apagada, el Bigotes leía
el Marca, Gigi l’amoroso jugaba una
partida de ajedrez contra sí mismo, y Doña Urraca tejía una bufanda para uno de
sus nietos. Permaneció atenta unos segundos. Luego siguió leyendo.
- … porrr favorrr…
Volvió a
levantar la vista.
- ¿Decía Usted algo, Pedro?
- El Betis ya no es lo que era. – contestó el
Bigotes.
Gigi y Doña Urraca la miraron sin decir palabra.
Luego siguieron con sus tareas.
- Suba… porrr favorrr…
Los demás residentes debían estar en sus cuartos o
en el jardín, pero Elsa estaba segura de que sus compañeros del salón no habían
movido los labios. Miró hacia la puerta, pero estaba cerrada y no había nadie
tras el cristal.
- … volummmm…
- ¿Que suba el
volumen?
Gigi y Doña Urraca volvieron a mirarla, pero esta
vez con reprobación.
- ¿Decías algo? - preguntó Doña Urraca.
- No, Luisa, es que me pareció que alguien quería
que subiera el volumen. - Contestó Elsa.
- La tele está apagada. - Dijo Gigi enarcando una
ceja y volviendo a su partida.
Elsa notó un pequeño cosquilleo en el oído, junto al
audífono, y con un movimiento automático de la mano aplastó a la pequeña
hormiga que la estaba molestando. Luego volvió a posar la mirada en su libro, aunque en realidad a lo que estaba atenta era a averiguar quién de los
otros ancianos quería tomarle el pelo. Pero el susurro no volvió a producirse y
pronto lo olvidó para concentrarse de nuevo en la lectura.
Siento pena por la pequeña hormiga... Si se tratase de una raza inteligente(mente armada), nos habría declarado la guerra por tal afrenta. La de veces que se matan hormigas...
ResponderEliminarTiempos de calores que hasta las hormigas alborotan.
ResponderEliminarUn saludo desde Caracas