miércoles, 30 de enero de 2013

Los siete días de la creación

Durante mucho tiempo los cristianos hemos creído que, al ser la Biblia un libro inspirado por Dios, había que creer al pie de la letra todo lo que dice el Génesis. Todavía hay quien lo cree, pero la mayor parte opinamos que la inspiración no implica literalidad.

La descripción del Génesis va dirigida a unos hombres sin siquiera la mínima formación científica que se supone hoy día a hombres medianamente instruidos. Esto hace que utilice palabras y símiles fácilmente entendibles por ellos. En vez de hablar, por ejemplo, de etapas de millones de años, utiliza el símil de los días.

Pero ¿por qué siete días? El que hable precisamente de “siete” puede tener dos razones. Primera: el siete se consideraba un número perfecto, por lo que era adecuado para describir la perfección de la obra de Dios. Segundo: sentaba el precedente de descansar (y dar gloria a Dios) un día a la semana. “Descansó Dios el séptimo día”. Por lo demás, no parece que el mensaje hubiera cambiado mucho de haber dividido la creación en un número distinto de días.

Al dividir la creación en “días”, el Génesis nos está diciéndo que el universo no fue siempre como lo conocemos, sino que el que vemos ahora es el fruto de su evolución a lo largo del tiempo. Esa voluntad de explicitar el paso del tiempo queda aún más clara con la frase repetida “Y hubo tarde y mañana” seguida de “día primero”, “segundo día”… “día sexto”…

Por otra parte, el libro del Génesis se transmitió oralmente durante mucho tiempo, y es posible que, al transmitirse, haya sufrido algunas alteraciones. Si este fuera el caso ¿cuál sería la versión inspirada por Dios, la original o la que ha llegado hasta nosotros? Esto sería un problema si creyéramos que hay que interpretar el Génesis de forma literal, pero la respuesta, por supuesto, es que las dos por igual. Si realmente está inspirado por Dios, podría haber habido variaciones, pero no en el mensaje principal.

Podemos suponer, por ejemplo, que los versículos 1.11 a 1.13 en que se crean las plantas (“Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie, y con su simiente, sobre la tierra”) estaban originalmente situados detrás del 1.19, en el que se crea el sol (“Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche”). El cambio de lugar se explicaría porque en el versículo 1.10 se dice “y a lo seco llamó Dios tierra”, y no es descabellado pensar que alguno de los transmisores orales se equivocara y cambiara el orden, haciendo que, inmediatamente después de crear la tierra, Dios creara las plantas que crecen sobre ella. Al fin y al cabo había creado la luz el primer día, con lo que el sol no debía parecerle estrictamente necesario.

Admitida su no literalidad, el Génesis podría reinterpretarse, quizás forzando un poco las palabras, para adaptarlo a lo que hoy sabemos gracias a los avances de la ciencia. De todas formas, no afirmo que la que sigue sea la interpretación correcta, sino tan solo que es una interpretación posible.

El versículo 1.3 (primer día) dice: “Dijo Dios: “Haya luz”; y hubo luz”. Pero no habla aquí del sol y las estrellas, cuya creación queda para el día cuarto. ¿Por qué no interpretar que esa luz se corresponde con el enorme destello que debió producir el big bang? ¿No es una buena manera de describirlo para un hombre no científico?

La gran explosión hizo que la energía y la materia producida empezaran a expandirse a enorme velocidad por el universo… o mejor, empezaran a expandir el universo al expandirse ellas… Por supuesto, no se trataba de una materia como la vemos hoy día. Al principio, ni siquiera eran electrones, ni protones y neutrones, sino casi energía en estado puro, formando los más elementales constituyentes de la materia (quarks, gluones… para los científicos).

En los primeros instantes del big bang, el “plasma primordial”, la “sopa de quarks y gluones”, era totalmente homogénea, es decir, idéntica en todas partes y en todas direcciones, pero muy pronto (en una pequeñísima fracción del primer segundo) se produjo una “rotura de la simetría” (Penrose, El camino de la realidad, apartado 28.1 y siguientes), dividiéndose la “sopa” en fragmentos, antecedentes de las actuales galaxias, que se fueron separando unos de otros, quedando inmensos espacios prácticamente vacíos entre ellos.

Y dice el versículo 1.6 (segundo día): “Dijo luego Dios: “Haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas de otras”; y así fue”. Si nuestros divulgadores científicos hablan de “plasma” o “sopa” para que les entendamos ¿por qué no admitir que la Biblia hable de “agua” para referirse a lo mismo? Y en ese caso, la “separación de las aguas” ¿no tendría el mismo significado que la “rotura de la simetría”?

Al big bang siguió durante unos cuatrocientos millones de años, hasta que se produjeron las primeras estrellas, un periodo al que los científicos llaman “la edad oscura”.

Supongamos que también aquí hubo un cambio en el orden de los versículos y que el 1.2 (“La tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas”) estaba originalmente detrás del 1.6. Esto ajustaría la descripción de la Biblia a la “edad oscura” de los científicos. El cambio de lugar se explicaría por su mención de las tinieblas, que no parecerían tener sentido después de haber creado Dios una luz que, sin duda, se consideró permanente.

Dice el versículo 1.9 (tercer día, primera parte): “Dijo luego: “júntense en un lugar las aguas de debajo de los cielos, y aparezca lo seco”. Así se hizo.” Y a continuación, en 1.10 “y a lo seco llamó Dios tierra”.

Este versículo podría interpretarse que no trata sobre la creación del planeta Tierra, sino de la materia. Si admitimos “agua” como equivalente de “sopa”, un paso más nos debe hacer admitir “tierra” como “materia”. Efectivamente, con ayuda de los “gluones”, los “quarks” se fueron juntando de tres en tres para producir neutrones y protones, que a su vez, al unirse entre sí, forman los núcleos de los átomos de lo que ahora entendemos como “materia”.

Con esta igualación “agua” = ”sopa” y “tierra” = ”materia” se puede reinterpretar también lo que dice el ya citado versículo 1.2: “La tierra estaba confusa y vacía” = ”lo que había, quarks y gluones, no estaba claro que fuera materia; a lo sumo sería premateria” y “el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas” = ”pero no se preocupen, la intención de Dios era que surgiera materia a partir de esa sopa”.

1.14 a 1.16 (cuarto día): “Dijo luego Dios: “Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche, y servir de señales a estaciones, días y años, y luzcan en el firmamento de los cielos para alumbrar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios los dos grandes luminares, el mayor para presidir al día, y el menor para presidir a la noche, y las estrellas

Podemos pensar que aquí el narrador omite la creación de la Tierra porque la supone ya creada. Recordemos que el narrador (original o transmisor) realmente no puede saber como fue la creación. Su descripción es una descripción “poética”, aunque inspirada por Dios.

Una vez cambiado de lugar los versículos 1.11 a 1.13 como ya vimos al hablar de la literalidad del Génesis, los siguientes “días” no necesitan más comentarios en este contexto; encajan bien con lo que sabemos:

1.11 (tercer día, segunda parte, recolocado como quinto, primera parte): ”Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie, y con su simiente, sobre la tierra.”

1.20 (quinto día): “Hiervan de animales las aguas y vuelen sobre la tierra aves

1.24 (sexto día): “Brote la tierra seres animados, ganados, reptiles y bestias” y 1.26: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza

2.1 (séptimo día): “descansó Dios el séptimo día

En los párrafos anteriores he seleccionado las frases que, para mi propósito, considero más significativas. Del resto seguramente pueden sacarse consecuencias, pero en general creo que tienen un carácter puramente literario, ornamental o reiterativo. Así, con distintas variantes, dice: “Y llamó (de tal manera) a (lo creado)”, “Y lo separó (de su contrario)”, “E hizo Dios (lo que había dicho que se hiciera)” o “Y brotó (lo que había dicho que brotara)”,…

Entre las frases repetidas cada día, que entiendo que tienen importancia, figura la de “Y vio Dios ser bueno (lo que acaba de crear)”.

No dice “Y vio Dios que era perfecto lo creado” sino solamente “bueno”. A pesar de sus imperfecciones.

Pero ¿por qué creó Dios un universo simplemente “bueno” y no “perfecto”? Quizás la respuesta nos la esté dando el científico ateo Roger Penrose en una frase que ya cité en una entrada anterior: “Si el Creador se equivocase en lo más mínimo al señalar este punto y hundiera la aguja de forma efectivamente aleatoria en la región de máxima entropía E, entonces el resultado sería un universo inhabitable”.

A esta frase podríamos darle una interpretación estricta y otra flexible:

En la interpretación estricta, Penrose nos estaría diciendo que nuestro universo es el único habitable posible. Cualquier otro punto nos daría un universo inhabitable. Pero ¿querría Dios crear un universo inhabitable? Y ¿puede hacer Dios, por muy omnipotente que sea, algo imposible? Creó el único posible.

En una interpretación flexible, un pequeño error produciría un universo inhabitable, pero podría haber otros puntos en los que, hundiendo la aguja con precisión, también se producirían universos habitables. Muchos de esos posibles universos podrían haber recibido el visto “bueno” de Dios, y haber sido creados.

viernes, 25 de enero de 2013

Las lágrimas de Poseidón

- Heracles, hijo mío, necesito tu ayuda.
- ¿Y que es lo que quieres que haga, padre Zeus, que no puedas hacer tú?
- Necesito que te sumerjas en el reino de Poseidón y robes sus lágrimas.
- ¿Sus lágrimas? ¿Pero no es acaso ridículo pensar que un dios de escama en pecho como Poseidón sea un llorica?
- Precisamente para poder dejarle en ridículo necesito sus lágrimas, y te aseguro que llora. No es fácil, pero es posible hacerle llorar.
- ¿Y quieres que yo me sumerja en su océano para retorcerle un brazo, a ver si llora?
- No. Hacerle llorar es bastante más fácil. Basta con recordarle la muerte de su mascota favorita.
- ¿Un perro? ¿Un gato?...
- Una merluza.
- ¿Y cómo pretendes que recoja unas lágrimas derramadas en el fondo del mar?
- No lo sé, pero para Euristeo hiciste doce trabajos que no creo que fueran más fáciles.   
- ¿Y por qué quieres poner en ridículo a Poseidón? ¿No podría eso desatar una guerra entre los dioses?
- No quiero poner en ridículo a Poseidón. Solo quiero que sepa que puedo hacerlo, y evitar así que él me ponga en ridículo a mí en la asamblea de los dioses.
- ¿Y cómo podría él ponerte en ridículo a ti?
- No preguntes.
- No confías en mí, pero pretendes que arriesgue mi vida ahogándome en el mar.
- No me gustaría que te rieras de mí.
- Mejor que me ría yo a que se rían todos los dioses.
- Está bien, pero promete que no lo contarás jamás.
- Prometido.
- Bien... Sabes perfectamente que cuando me encapricho de alguien soy capaz de transformarme en cualquier cosa.
- Y te lo agradezco. Si no te hubieras metamorfoseado en su esposo Anfitrión, no habrías seducido a mi virtuosa madre Alcmena, y yo habría sido hijo de un simple mortal.
- Me convertí en cisne para seducir a Leda, en toro para seducir a Europa, en águila...
- ¿Y a quién pretendes seducir ahora?
- A Pentesiléa.
- ¿La reina de las amazonas?
- La reina de las amazonas. Pensé seducirla convirtiéndome en caballo...
- Muy apropiado.
- Pero... cometí un pequeño error: Me metamorfoseé en yegua.
-¿Y que dijo Pentesiléa?
- Pentesiléa no llegó a verme. 
- ¿Entonces...?
- El que me vio fue Pegaso... Y por más que corrí, pronto me alcanzó el alado corcel.
- ¿Por qué no te deshiciste de la apariencia de yegua y recuperaste tu forma normal?
- ¡Fue todo tan rápido...!
- Comprendo. ¿Y donde interviene Poseidón?
- Pegaso me alcanzó a la orilla del mar.
* - * - *
Nota del Transcriptor: Parece ser que conseguir las lágrimas de Poseidón le fue a Heracles mucho más sencillo de lo previsto: Las cálidas lágrimas de Poseidón se solidificaban en contacto con las frías aguas del océano, y él, avergonzado, las escondía dentro de herméticas ostras, que no opusieron suficiente resistencia a la fuerza y al paladar  de Heracles. Zeus se  presentó en la asamblea engalanado con un collar de tres vueltas hecho con lágrimas de Poseidón. El dios marino no mencionó el incidente de Pegaso, y Zeus se permitió, a iniciativa de su copero Ganímedes,  inaugurar la costosa costumbre de disolver y beber en su vino una de las lágrimas.  

domingo, 20 de enero de 2013

Los peces de colores

Supongo que a todos nos pasa igual, que conservamos muy pocos recuerdos de nuestra primera infancia. Sabemos quizás muchas cosas, porque nos las ha contado alguien, pero eso no es recordar.

Yo sé que estuve a punto de ahogarme: metí la cabeza en un barreño con agua y no sabía cómo sacarla. Pero realmente no lo recuerdo. Lo sé porque me lo contó mi madre.

Mi primer recuerdo auténtico es que con dos o tres años me hice amigo de una vaca que me acompañaba por el monte cuando iba de casa de mis tíos a mi casa. Mi madre decía que eso era imposible. Por eso sé que el recuerdo es auténtico, porque nadie pudo habérmelo contado. Claro que si era imposible, la única posibilidad es que se trate del recuerdo de un sueño.

Mi segundo recuerdo es de una avioneta pasando muy bajo sobre mi cabeza. Por el pantano de El Tranco, donde pasé los últimos meses de la guerra civil, no pasaban aviones. Así que cuando, terminada la guerra, nos fuimos a Sevilla, no es de extrañar que me causara gran impresión ver una avioneta pasar sobre mi cuando jugaba en la terraza.

Mi tercer recuerdo es de una fuente en la que nadaban unos peces de colores. Blancos y rojos, para ser exactos. Solo recuerdo la fuente y los peces, pero mi madre me contó la historia:

Mis hermanos mayores fueron a la Escuela Francesa, pero yo era demasiado pequeño, y mis padres decidieron llevarme a un colegio de monjas del otro lado de la plaza de Santa Catalina.

El primer día me llevó mi madre y nos recibió una simpática monjita que intentó engatusarme con lo bien que lo iba a pasar jugando con otros niños de mi edad. Pero no lo consiguió. En casa jugaba con Pepito y con Carmen, mis vecinos, y ya me lo pasaba estupendamente.

Entonces la monjita que, como digo, era simpatiquísima, me dijo que si me iba con ella me llevaría a ver unos peces de colores. Naturalmente, ante tan singular reclamo, cedí y me fui con ella. Me llevó al patio, y allí, en una fuente, contemplé como se deslizaban por el agua unos maravillosos peces. 

La monjita me dejó verlos durante un rato. Luego me llevó con los demás niños prometiéndome que más tarde saldríamos todos al patio y podría volver a ver los peces.

Al día siguiente volvió a recibirnos la simpática monjita, que intentó llevarme directamente con los otros niños. Pero yo me negué: Primero tenía que ver los peces de colores.

La monjita, muy comprensiva, volvió a llevarme al patio, aunque esa vez estuve bastante menos tiempo contemplando las evoluciones de los peces.

El tercer día, la monjita me cogió de la mano y, sin decir nada, me llevó directamente a la clase. Yo me di cuenta enseguida de que el camino no era el correcto e insistí en que primero tenía que ver los peces de colores. Pero cuando quise darme cuenta ya habíamos llegado a la clase, y allí me soltó la monjita.

Pero cometió un error: me soltó antes de cerrar la puerta de la clase, cosa que yo aproveché para salir disparado y escaparme del colegio, corriendo por las calles, hasta que, después de atravesar la plaza de Santa Catalina, llegué a mi casa en la calle Alhóndiga perseguido por la monjita que, como pude constatar, era fea y antipatiquísima.

El resultado fue que me quedé un año más en casa, jugando con Carmen. Pepito era un año mayor que yo y ya iba a la Escuela Francesa, a donde también fui yo el año siguiente.

martes, 15 de enero de 2013

Ordenadores en el arte - Elena Asins


Reproduzco el artículo publicado el 15 de junio de2011 en "ABC", seguido de algunas fotos publicadas el día anterior en la edición digital de "El Pais".


Visita a la memoria de Asins

Hoy se inaugura en el Museo Reina Sofía una exposición que repasa la trayectoria de Elena Asins desde 1968

Día 15/06/2011

Visita a la memoria de Asins
J. CORTÉS/ R. LORES 
Elena Asins, es decir, siete décadas de vida y un par de ellas menos de esfuerzos artísticos. Una obra en constante desarrollo cuyos puntos álgidos quedan, ahora, sintetizados en la exposición «Fragmentos de la memoria», que hoy se inaugura en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y que permanecerá allí hasta el 31 de octubre.
Asins, pionera en el arte asistido por ordenador en España y Medalla de Oro de las Bellas Artes en 2006 además de crítica y escritora, define su trabajo como «informático», ante todo: su trayectoria empezó con un viejo ordenador que «a los americanos ya no les servía» y que recaló en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid.
Año 1968: Eusebio Sempere se acerca a Elena Asins y le dice: «Está pasando algo que, creo, te puede interesar». En palabras de la artista madrileña, lo que siguió fue un idilio que aún perdura: «Nosotros empezamos a investigar con el ordenador en muchos campos; teníamos que aprender un lenguaje y yo, esencialmente, me dedicaba a programar. Así desarrollé un lenguaje propio». La trayectoria de Asins pasa por París, pasa por Stuttgart, por Nueva York, por Columbia (Noam Chomsky mediante).
¿Cómo elige el soporte para volcar el trabajo informático?, le preguntan. Y arquea las cejas: «¡No hay soporte! Normalmente, el papel, pero a veces no me quedo más que con la idea. Es decir, la informática es un medio, una herramienta, ni más ni menos que un pincel». Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía y comisario de la muestra, ya lo advierte: Elena Asins no es una artista ni hegemónica ni marginal; es una artista «al margen, alejada de todo eso».
Y ella, en el texto que abre la exposición, admite, por su parte: «El discurso que se emite en estas obras, su lectura, debe ser entendido como una cierta apertura a la ciencia de los números. Ello me diferencia de lo denominado como "constructivismo", y también de lo que en un hablar llano se entiende por ARTE. Nunca he tenido intención de ser una artista al uso».
Lo que sigue es una sucesión de piezas, ora pertenecientes a la colección del Museo, ora pertenecientes a colecciones privadas (algunas de ellas nunca antes exhibidas en público), que dan cuenta, en orden cronológico aunque flexible, de las distintas épocas e inquietudes de Asins. Pero orbitan siempre en torno a las nociones de tiempo, espacio y ritmo. Porque, en efecto, el desfile orquestado por Borja-Villel con la asistencia de Belén Díaz de Rábago y Carmen Fernández Aparicio y la asesoría de Ángel Llorente Hernández cobra, en esencia, vida en torno al visitante.

Arqueología y sobriedad

En un primer momento, «Fragmentos de la memoria» transmite la sensación de otredad que produce contemplar un lenguaje propio y sobrio; luego, se entremezcla con de valor tecnológicamente arqueológico que exuda el papel continuo, o el folio que ha sobrevivivido al paso del tiempo, o las formas producidas por una máquina que ya nos queda lejana («Hay mucho más que hacer con un ordenador que el e-mail e Internet», dice Asins). Todo ello va dando paso a la apabullante impresión que produce la urbanidad utópica de «Scales»; al mareo inevitable; a la sugerente investigación que proponen sus «Menhires».
Hasta que, al final, leemos que «la obra es el negro intenso que domina el conjunto» antes de atravesar, con la torpeza del que sube un escalón inexistente, el umbral de la negrura total. Es la última instalación, «Agujero negro», donde Asins termina de envolver al visitante, de opacarle la vista y los sentidos para luego tranquilizarlo (las paredes están acolchadas; la vista se acostumbra) y obligarlo, en definitiva, a desandar el camino con otros ojos.






jueves, 10 de enero de 2013

Vita mutatur


Érase una vez un ermitaño calvo que viendo próximo el día de su muerte, dio en pensar en la resurrección de la carne.
Nuestro ermitaño estaba, como todos los días, a la puerta de su cueva, ­cuando hete aquí que puntualmente pasó por allí la tentación de las 5. Era esta una reticente gallina que siempre pasaba mirándole de reojo.
"Buena gallina" le dijo el ermitaño "¿Qué es lo que te impulsa a pasar ca­da día ante mi puerta? ¿Eres una tentación de Dios o del diablo? ¿O quizás buscas fama imperecedera, sabiendo que has de pasar a la historia si yo llego a santo ?. Cuida, cuida, que la carne es flaca, y la tuya, apetitosa".
La gallina, naturalmente, no contestó nada, limitándose a comerse una lom­briz que encontró en el suelo. El buen ermitaño no dejó de observar el aire irónico con que se la comía.
"¿Crees que es más honorable ser comida por un hombre que por los gusanos? ¿Qué importancia tiene la forma en que nuestros cuerpos desaparezcan de la tierra? El tuyo, aunque te coma el Papa, de nada ha de servirte; el mío, comido de gusanos, resucitará un día lleno de gloria."
La gallina le miró con aire dubitativo.
"No es sólo el alma la que se gana el cielo, sino todo el hombre. Alma y cuerpo. Desde el día de la muerte tiene el alma su premio. El premio del cuerpo es su resurrección al final de los tiempos".
La gallina se rascó la pechuga con el pico, y un par de plumas cayeron al suelo.
"Tu pierdes tus plumas para siempre. No ocurre así con mis pelos. Aunque ahora me ves calvo, mi cuerpo glorioso tendrá cabellos. ¿Acaso no fue mi cabello parte de mi cuerpo y acreedor, por tanto, al mismo premio que él? ¿Qué razón hay para que resucite mi nariz y no mi pelo?.
"Ciertamente que tendré mi pelo; y no sólo el que se me cayó, sino el que ­me corté, y el que me cortaron, y todo el pelo que tuve desde el día en que nací, pues ¿qué preferencia podrían aducir los últimos centímetros sobre los primeros?. Un centímetro al mes. Doce al año. 6 metros de pelo...
"¿Y las uñas? También mis uñas gloriosas serán larguísimas... Rayitas blan­cas señalarán los sitios por donde me las corté, y negras, por donde me las comí..."
"Tendré toda mi dentadura... una dentadura doble, si se tienen en cuenta los dientes de leche..."
Una risa sarcástica sacó de repente al ermitaño de la contemplación de su cuerpo glorioso. El pobre casi se muere del susto, creyendo que había sido la gallina; pero el ave ya se había ido, y la voz pertenecía a una naturalista (los códices más antiguos hablan de una naturista) que, sin duda imbuida por el diablo, acertó a pasar por allí y a oír las palabras del buen ermitaño.
Acercándose a él la malvada, respiró el mismo aire que él habla respirado y le dijo:
"En el día del juicio nos pelearemos por los átomos de oxigeno que antes fue­ron tuyos y ahora son míos. El aire se pierde en el aire, y un átomo de oxigeno pue­de haber formado parte de miles de cuerpos humanos. ¿Y tú serás tú o parte de tu madre?. Tu cuerpo lo comerán los gusanos, y a los gusanos se los comerá la galli­na, y yo estaré aquí esperando a que termine para dar buen fin de ella. La misma carne resucitará contigo en el cielo y sufrirá conmigo las penas del infierno".
"¡Vade retro, Satanás!" dijo el ermitaño refugiándose en el fondo de su cueva. La naturalista, sonriendo, cogió su azadón y se marchó en busca de fósiles ­del Mioceno.
"Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; creo en Jesucristo, su Único Hijo..." musitó temblorosamente el ermitaño. Y al llegar a "... el perdón de los pecados, la resurrección de la carne..." cayó desvanecido al suelo, cosa que no habría ocurrido de haberse comido la gallina.

sábado, 5 de enero de 2013

Como imagino la creación

Los hombres, como la materia de la que estamos hechos, nos movemos y evolucionamos en el tiempo. Cualquier cosa que hagamos, incluso pensar, requiere tiempo. Nos es por ello muy difícil comprender como puede pensar y actuar un ente para el que el tiempo no pasa.

Por supuesto, me estoy refiriendo a Dios.

Tanto para los científicos ateos, como Hawking, como para los teólogos santos, como San Agustín, al crearse el universo (sin o con Dios) se creó el tiempo (ver “la creación del tiempo”). Por tanto, antes de la gran explosión que lo originó, el tiempo no existía. De donde se deduce que Dios (si existe, como creo) existe fuera del tiempo. Es lo que llamamos “eternidad”, el no-tiempo.

La mayor parte de los que creen en Dios piensan (o hemos pensado) que después de estar solo una eternidad, decidió en un determinado momento crear el universo, y que luego pasa el tiempo observándolo para premiar al final a los justos y castigar a los malvados. El problema es que  palabras como “después”,  “determinado momento” o “pasar el tiempo” no son aplicables a Dios, aunque nos sirvan para entenderlo.

Para los cristianos solo hay un Dios, pero con tres “personas”. Algo así como un triángulo, que es solo uno y tiene tres lados, solo que un lado no es el triángulo, mientras que cada persona si es Dios.

Dios se contempla a si mismo. La persona que contempla es el “Padre”. La persona contemplada es el “Hijo”. Y el amor entre ambos es el “Espiritu Santo”.  Esto, por supuesto, es una manera de hablar, porque difícilmente podemos comprender como es Dios, pero pone de manifiesto lo que los cristianos consideramos su principal característica: Dios es Amor.

Al igual que el amor entre un hombre y una mujer les induce a tener hijos a quienes amar y por quienes ser amados, el amor de Dios le induce a crear unas criaturas a las que amar y por quienes ser amado. Podría crear unos seres que, por su naturaleza, no tuviesen más remedio que amarle, pero eso no sería muy satisfactorio. Prefiere crearlas en un contexto que les permita elegir entre amar o no amar. Porque para que haya verdadero amor tiene que haber libertad para no amar.

Según Penrose (ver “Penrose y la aguja del creador”) parece que solo hubiera un universo en el que sería posible la vida, y por tanto, el amor. Pero no veo por que no podría haber otros, similares o distintos al nuestro. Incluso universos en los que “nuestro tipo de vida” no sería posible, pero en los que podría ser posible otro, con otro tipo de materia, o incluso sin materia y sin tiempo (¿los ángeles?).

Dios, infinitamente sabio, podría analizar todas las posibilidades, seleccionar aquellas que le parezcan más apropiadas para sus fines, incluidas posibles intervenciones suyas que no coarten la libertad de sus criaturas y, finalmente crear esos universos. Y todo, no como una serie de “actos” consecutivos, sino simultáneos (para entendernos, ya que tanto “consecutivos” como “simultáneos” implican tiempo). 

¿Y como los crea?: Normalmente imaginamos a Dios observando nuestro universo “desde fuera”. Pero esto no debe ser así. Nuestro universo está “dentro” de Dios, como una sola cosa, desde el big bang hasta su final (muerte térmica, big crash o lo que sea). Y Dios no es que “observe”, es que “sabe”. Por decirlo de alguna manera, nuestro universo (y el de los ángeles y todos los otros posibles universos) es solo un “pensamiento” en la mente de Dios.

Hawking (ver “la creación según Hawking”) imagina que las leyes matemáticas que rigen el universo son tan poderosas que no tienen más remedio que hacerse realidad. Esto no es muy distinto de lo que yo imagino, la diferencia está en que para mí esas leyes están en la mente de Dios (¿en donde si no?), y es su voluntad la que las hace realidad.